El estado que pretenden alcanzar en sus salidas nocturnas los jóvenes es el "descontrol controlado", el "puntillo", ese estado en el que maximizan los beneficios que atribuyen al consumo de drogas -cierta euforia, sociabilidad- sin que se manifiesten los riesgos, como pérdida de control, memoria o malestar físico.

El exceso en cuestión de alcohol y otras drogas no significa lo mismo para adultos que para jóvenes. Mientras que para los mayores, el consumo abusivo está determinado por la cantidad en la ingesta, para los jóvenes es un concepto directamente relacionado con la capacidad de controlar los efectos.

Así, el consumo comienza a ser abusivo para los jóvenes no cuando se ha bebido o tomado un número alto de drogas alto en poco tiempo, sino cuando la persona no es capaz de mantener el control mental y corporal por los efectos de las sustancias y acaba envuelta en situaciones indeseadas - desinhibición, pérdida de la noción de tiempo y lugar o estados de enajenación mental, "malos viajes" rechazados por su irrealidad, conductas agresivas o poco cívicas, o situaciones de inconsciencia, vómito, desmayos y malestar físico-. En ese sentido, existe una tipología de figuras que representan precisamente el consumo excesivo no valorado y que convierten al joven, a los ojos de sus iguales, en un "pasado" o "desfasado" o "violento".

Es una de las principales conclusiones de la investigación "Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas" elaborada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD gracias al apoyo del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas y que se ha dado a conocer en el marco del seminario "Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja" celebrada en Madrid.

¿Por qué cada fin de semana miles de jóvenes eligen convertir sus momentos de ocio en maratones de fiesta al límite donde las drogas -y especialmente el alcohol- tienen una presencia destacada? ¿Cuál es la funcionalidad de este consumo de atracón, de esta sublimación del exceso? Para responder esta pregunta, la FAD realizó el estudio "Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas", una investigación de carácter etnográfico realizada a través de observación participante en lugares y tiempos de ocio y distintos grupos de discusión formados por jóvenes de 16 a 27 años.

Se trata del primer análisis antropológico que se realiza en relación con los consumos de drogas en jóvenes en España. Ha sido posible gracias a la colaboración el Departamento de Antropología de la UNED. El objetivo ha sido recoger la opinión de los propios jóvenes para tratar de entender la funcionalidad y el significado que tiene el "exceso" en el consumo de alcohol y otras drogas para los jóvenes.

Según los resultados del estudio, los jóvenes para lograr ese "descontrol controlado" utilizan distintas estrategias como el "desfase faseado": dosificar la ingesta de psicoactivos a lo largo del tiempo de salida o realizan "consumos instrumentales": conjugar distintas sustancias para nivelar efectos cruzados, regulando el "subidón" y el "bajón".

Se trata de un tipo de consumo ocasional y recreativo realizado los fines de semana, sobre el que los jóvenes piensan que ejercen control, y que valoran positivamente. Y lo ven diferente al que realizan los consumidores diarios y adictos.

En el imaginario colectivo de los jóvenes hay una asociación directa entre las fiestas raves y macrodiscotecas y el consumo excesivo, ambos coincidentes en el hecho de que facilitan una estrecha relación entre la música electrónica y el consumo intensivo de alcohol y otras sustancias, especialmente MDMA.

Esta combinación convierte a estos lugares en espacios de diversión y placer donde "hallar la felicidad de un buen ambiente y diversión en comunidad". La búsqueda de experiencias placenteras, consideradas "libres" e "independientes", "nuevas" y "transgresoras" con respecto al orden diario son motivos recurrentes en los y las jóvenes para explicar el consumo intensivo, en las que el grupo aparece casi siempre como trasfondo.