La crisis le dejó sin trabajo, pero también la animó a replantearse su vida y poner rumbo hacia Alemania para hacer el doctorado. Ya lo había iniciado tras licenciarse y realizar un máster en Química Orgánica en la universidad herculina pero cambió de idea para trabajar en una empresa biotecnológica gallega. "Tenía 31 años cuando me quedé en paro y me dije o lo hago ahora o nunca. Estoy muy contenta aquí y mi idea es quedarme", reconoce Marta Larrosa (Oleiros, 1982), que realiza su tesis en la Universidad Justus Liebig de la ciudad de Giessen.

Su currículo laboral de 5 años le brindó varias posibilidades de iniciar un nuevo camino profesional, aunque todas fuera del país: "En España solo encontré becas y para la mayoría de ellas superaba la edad límite de 30 años. Entonces busqué en el extranjero y al tener experiencia en una empresa incluso pude escoger entre Giessen, Manchester y Praga. A los dos meses de quedarme en paro ya estaba en Alemania y, cuando acabe la tesis en verano, buscaré trabajo aquí porque hay más posibilidades y los sueldos son mejores. De hecho, cobro más como doctoranda que cuando trabajaba en Galicia".

Marta desarrolla nuevas tecnologías para sintetizar de manera más eficiente nuevos compuestos diamantoides que se podrían aplicar a tratamientos contra el cáncer y otras enfermedades. Uno de los últimos test desarrollados por su grupo de investigación, en colaboración con la farmacéutica Sanofi, tenía como objetivo evaluar su utilización en medicamentos antibacterianos.

Los diamantoides son moléculas presentes de forma natural en el petróleo: "No son propias de nuestro organismo, pero el ser humano las asimila bien, sin demasiados efectos secundarios. Un compuesto derivado, la amantadina, se usó hace años como antiviral para la gripe".

Este grupo de compuestos debe su nombre al parecido con la estructura del diamante y comparten dureza con la piedra preciosa, de ahí que también se utilicen para fabricar polímeros. "Hay grupos que desarrollan implantes dentales con ellos. Se busca la manera de conseguir materiales más económicos y eficaces", apunta.

Marta trabaja fundamentalmente con el adamastro, que se descubrió en el petróleo en 1933. Y su trabajo, que ya se ha traducido en artículos científicos, consigue reducir los pasos para sintetizarlo: "Esto tiene mucho interés para la industria farmacéutica porque le permitiría ahorrar dinero".

La química gallega también imparte clases en la Justus Liebig, una labor que a priori no le atraía aunque sí reivindica a los buenos docentes. "La gente suele hablar de los malos profesores que tuvo, pero los buenos pasan desapercibidos. Mi profesora de COU hizo que me gustase tanto la Química que cambió mi idea de carrera. Y siempre pensé que la docencia no era lo mío, pero realmente ahora la disfruto. Me gusta la interacción con los alumnos porque siempre aprendes algo de ellos", reconoce.

Eso sí, el quizá excesivo uso de las tecnologías entre las nuevas generaciones ya no le agrada tanto: "Si le dices que revisen un problema te sacan el iPhone en clase sin disimulo. Y cuando los haces pensar, como no están acostumbrados, tardan muchísimo. Pero lo resuelven".

Giessen está muy cerca de Fráncfort, apenas media hora en tren, tiene unos 78.000 habitantes y es una de las ciudades alemanas con mayor densidad estudiantil. "Siempre digo que es como Santiago, aunque no tan bonita porque fue completamente bombardeada en la II Guerra Mundial y solo sobrevivió una calle", compara.

En mayo cumplirá 3 años en la ciudad y no ha tenido problemas para integrarse, de hecho, sus mejores amigos son alemanes. "Hay gente que crea su gueto español y de ahí no sale, pero yo creo que es un error. No sé si he tenido suerte pero, según mi experiencia, son un poco como los gallegos, desconfiados al principio pero luego buenos amigos. El otro día jugando a las cartas con uno de ellos le dije que parecía más gallego que yo porque no paraba de decir depende", comenta entre risas Marta, que también tiene muchos amigos latinoamericanos, entre ellos, su compañera de piso, que es ecuatoriana.

Y con este buen humor también hace frente a los tópicos sobre los españoles: "A Mallorca le llaman la bundesländer número 17 e identifican nuestro país con el sol, el flamenco y la alegría. Muchos conocen Santiago por el Camino y los que son muy futboleros al Dépor y al Celta. El verano pasado me fui con mis amigos a ver al Celta en Fráncfort. El ambiente de los estadios es increíble".