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GALLEGOS EN LA CIMA

Rafael Fernández: "Vuelvo a casa porque hay una oportunidad muy interesante y emocionante"

A final de año cambiará el prestigioso MRC de Cambridge por el CNIO de Madrid

Rafael, junto al módelo de hélice de ADN que hicieron Watson y Crick.

Sin ciencia básica no hay avances. Lo saben muy bien en el Laboratorio de Biología Molecular-MRC de Cambridge, uno de los centros más prestigiosos del mundo y cuyos investigadores han hecho contribuciones trascendentales para la ciencia como el descubrimiento de la estructura helicoidal del ADN o los anticuerpos monoclonales. Su plantilla, que suma 10 premios Nobel, se esfuerza en generar el conocimiento necesario para resolver los grandes problemas de la salud humana. El instituto es también una referencia en microscopía electrónica, un campo que ha revolucionado la biología estructural y que permite a Rafael Fernández (A Coruña, 1982) desentrañar los mecanismos moleculares de replicación y reparación del ADN.

"Estar aquí es un lujo y ha sido muy importante para mi desarrollo profesional. El ambiente es muy abierto y aprendes muchísimo de la gente. Disfrutas de interacciones increíbles", celebra.

Estudió Biología en la universidad herculina, donde también cursó un máster y después se doctoró con premio extraordinario gracias a una tesis sobre la estructura molecular de unas enzimas de interés industrial dentro de un proyecto que dio origen a varias patentes. Tenía claro que quería continuar formándose en el extranjero y en noviembre de 2011 se incorporó al MRC, donde investigaban muchos de sus "héroes" científicos.

Sus trabajos en Cambridge buscan entender cómo funcionan los grandes complejos moleculares implicados en la replicación y reparación del ADN. "De ellos depende que la información no se pierda o deteriore durante estos procesos y cuando su funcionamiento no es correcto dan lugar a enfermedades como el cáncer. Entender mejor cómo se regulan permitirá desarrollar nuevas estrategias de tratamiento y prevención", explica.

"La biología siempre te sorprende. Vas a encontrar algo inesperado y eso es lo que te mantiene cada día con ganas de venir al laboratorio", reconoce Rafael, que puede presumir de haber dado a conocer sus hallazgos a través de las influyentes Nature y Science.

Aunque también ha publicado en eLife, una de las revistas de acceso abierto que luchan por convertirse en una alternativa a las grandes editoriales: "Me gusta mucho su filosofía. Lo importante no es la revista, sino que el trabajo esté bien y te sientas orgulloso de él".

Tras seis años en Reino Unido, firmará sus futuros artículos desde el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), pues el investigador gallego es uno de los cerebros españoles que tienen la suerte de poder regresar para seguir haciendo ciencia de alto nivel.

"A final de año me mudaré a Madrid para crear mi propio grupo. Siempre hay una visión negativa del país y es cierto que las cosas están muy difíciles porque falta financiación, algo que se debería solucionar, pero la comunidad científica sigue siendo muy buena y hacen esfuerzos increíbles por mantenerse ahí", aplaude.

Se incorporará al departamento de Biología Estructural y Biocomputación. "En este momento de mi carrera me toca dar el paso y ser más independiente. Tenía varias opciones pero vuelvo a casa porque hay una oportunidad de hacer algo muy interesante y emocionante. Estoy deseando corresponder", reconoce Rafael, al que también le gustaría tender puentes con Galicia. "Ahora intento acabar todo lo que tengo aquí pendiente, pero me gustaría colaborar en algún momento con gente de Santiago, Vigo y A Coruña", plantea.

Rafael se instalará en Madrid junto a su mujer, Julia, que trabaja en el laboratorio de la farmacéutica AstraZeneca en Cambridge, el hijo mayor de ambos, de casi 3 años, y el pequeño que está a punto de nacer. "Volveremos a estar con nuestra gente y recuperaremos nuestra forma de vida, aunque será complicado pasar de ir a trabajar en bici a pelearme en el metro", bromea.

En el MRC conviven a diario más de 50 nacionalidades y, aunque el Brexit no ha tenido nada que ver en su decisión, el biólogo gallego lamenta la sensación de "incertidumbre y preocupación" que domina en estos momentos a la comunidad científica británica: "Todavía no se sabe qué va a pasar, pero es una pena. Cuanto más internacional es un instituto mayor es el beneficio porque reúne a gente con nuevas formas de pensar y perfiles diferentes".

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