Carolina, su mujer, a quien todos queremos por su dulzura infinita, no se lo podía creer ni un día después y a nosotros, los muchos que tanto tiempo le conocimos, nos costó mucho aceptar la verdad porque era de esa factura humana que crees que te va a acompañar toda la vida. Su sonrisa comprensiva, sus palabras justas, su humildad inacabable. Hace poco nos levantamos con la sacudida de que Bibiano Morón no se había despertado un día y el martes fuimos a dormir con el alma encogida porque sabíamos que Gonzalo Villar, el penúltimo de 11 hermanos, ya no se iba a acostar más veces, ni siquiera a esas horas tardías en que solía hacerlo por tantos años de trabajo nocturno.

Sí, se nos fue también Gonzalo por una inesperada revuelta de su corazón esa tarde aciaga del martes y hubo un Vigo que se estremeció de tristeza. Y, más allá de Vigo, se conmocionó ese mundo de la música y sus aledaños que desfiló insaciable por sus escenarios, desde La Habana a La Florida y no exagero, cuando el mensaje corrrió como la pólvora, de boca en boca. Yo oí temblar alguna voz de habitual reciedumbre al otro lado del hilo telefónico, y presencié algún sollozo esa noche primera de su marcha.

Ambos, Bibiano y Gonzalo, eran de esa joven vieja guardia de Galicia -insuficiente encuadrarlos solo en Vigo- que hizo mucho por la música, cada cual desde su trinchera. Bibiano como intérprete primero y promotor después y Gonzalo como dueño de locales que no pasaron inadvertidos culturalmente y que dejaron un sello en Vigo en la música cubana y del jazz. Aquel Malecón de indisoluble memoria que montó en los 80 con su hermano Javier, embajada de Cuba en España por la que pasaron mitos como Compay II, Irakere, la Lucrecia de Anacaona o La Charanga Habanera; después el jazz y otro ritmos cuando abrió La Negra Tomasa, el Manteca, el XancaraJazz.

Era el emprendedor, el jefe en la sombra siempre acompañado de su inquebrantable Justo DJ, que de la música latina que trajo a Vigo con su hermano Javier, saltó a la de Jazz. Los músicos son sus mejores testigos. ¡Cuánto respeto les tenía, cuántas cajas vacías por pagarles, cuántas noches de intenso trabajo pegando posters , en las puertas, en la barra, entre bambalinas durante las actuaciones, y qué mal compensado tanto esfuerzo que no le permitió más que seguir luchando hasta el obligado cierre!

Ahora mismo, al escribir estas líneas recibo un wassap desde Francia del pintor David Lodeiro , un retrato que le hizo de una foto tras recibir allí la noticia, y, casi al tiempo, una foto que me envía su sobrina Marta que es una inmensa sonrisa compartida con su tierna Carolina en la nocturna longitud del XancaraJazz, su último espacio de resistencia musical. Hace solo unos días comimos juntos y escribí de broma que ella le miraba con arrobo.

Te quisimos, Gonzalo, y no te olvidamos.