"Siempre me gustó llevar vehículos grandes. Mi padre tenía una empresa de transportes y de mudanzas y yo cuando podía me escapaba con el camión", recuerda Anna María Gabrieli. Por eso, cuando le ofrecieron hacer un curso para conducción de autobuses mientras estaba en el paro, no lo dudó.

Esta italiana criada en Suiza lleva ya quince años en Vigo. Curiosamente, cuando llegó a la ciudad no entendía a qué se refería la gente cuando decía que se iba a coger el Vitrasa, una duda que le resolvió la madre de unos compañeros del colegio de sus hijos. Ahora es ella la que conduce uno de los autobuses de la flota de Vitrasa. Concretamente, su línea es la 15, que va de Samil a Cabral pasando por el CUVI.

"Gracias a mi padre creció en mí la pasión por conducir vehículos grandes y ahora, aunque me pase toda la semana haciéndolo, el día que descanso tengo eso que aquí llamáis 'morriña' y echo de menos el autobús", afirma.

También en Vitrasa son menos las mujeres en plantilla y Gabrieli reconoce que hay conductores todavía con una forma de pensar machista. "Pero las chicas conductoras nos hemos unido, tenemos un grupo de Whatsapp en el que hablamos todos los días y juntamos de vez en cuando. Así se lleva mejor el trabajo porque sabes que puedes compartir las anécdotas con las compañeras", añade.

Fue la conciliación la peor parte para esta italiana, divorciada con dos hijos a su cargo. "No tengo familia que me eche una mano y al principio cuando llegué a Vigo me costó mucho por los horarios, pero ahora mis hijos ya tienen dieciocho y veintitrés años y somos un equipo, compartimos tareas en casa", cuenta Gabrieli, quien además sostiene que con una sonrisa consigue que los viajeros reaccionen cuando se suben al Vitrasa y se les pase el mal humor cuando pasan tarde por la parada. "Como vamos solos delante nos enteramos del cabreo de la gente solo por su cara cuando abrimos la puerta", explica.