A solo diez kilómetros de la Plaza de América de Vigo, en el monte de Vincios, Noa Fernández y Jose Collazo pondrán en marcha el espacio Foresta, iniciativa de la asociación sin ánimo de lucro que le da nombre. Este proyecto pedagógico echará a andar en septiembre, con el nuevo curso escolar, aunque antes celebrará dos presentaciones, el próximo día 11, de 11.30 a 14 horas, para las familias, y el 12, de 12 a 14 horas, para maestros y estudiantes interesados en el proyecto. Foresta convertirá así la naturaleza en un espacio de aprendizaje y de encuentro para familias que además quiere ejercer influencia. "Queremos que sirva de semillero", sostienen sus artífices.

En los últimos doce años, este matrimonio vigués, compuesto por una lingüista y un ingeniero, ha recorrido más de 40 países, entre ellos, China, Zimbabwe, Vietnam, Etiopía, India, Uganda, Namibia, Nepal, Zambia y Sudán, colaborando con la Campaña Mundial de Educación, conviviendo con niños de las más diversas culturas. "Hemos visitado proyectos de educación alternativa, orfanatos, escuelas bosque, escuelas para niños pastores, para niñas madre y para ex niños soldados en la República del Congo. Nos hemos reunido con jefes nacionales de Unicef en Rwanda y Tanzania, con ONG educativas y con altos funcionarios del ámbito educativo de distintos países", explica Jose Collazo.

Fruto de estas experiencias nace este proyecto, que llevaban acariciando ya varios años. "Entendemos los espacios de aprendizaje como motores de transformación social y queremos formar parte de esa transformación, aportando un espacio en el que niños y adultos puedan sentir más felices y plenos", explica Noa Fernández, postgraduada en Gestión de Proyectos de Cooperación al Desarrollo.

Foresta se inspira en la Educación Activa y el modelo pedagógico de Reggio Emilia, ambos basados en el respeto por los distintos ritmos de desarrollo de los niños y en la necesidad de hacer de ellos personas con criterio propio. De esta manera, todos los niños comparten el mismo espacio, sin estar divididos por edades, y tienen libertad para elegir qué actividades quieren hacer. "Este es un lugar donde se aprende, pero no se enseña, y donde se fomentan aspectos como la autonomía, la autoestima, el bienestar emocional, y el aprendizaje tanto práctico como colaborativo en contraposición con el aprendizaje competitivo basado en el sistema de notas, premios y castigos", explica Noa.

El espacio será como una extensión del hogar. Tanto es así que en su interior, en la planta baja de una antigua casa de piedra, los niños tendrán sus propias zapatillas y contarán con botas de agua e indumentaria para la lluvia, mientras que en el exterior, 5.000 metros cuadrados de finca les estará esperando para jugar y explorar. "Aquí vivirán sus aventuras, formarán lazos sociales y descubrirán el mundo viviéndolo", asegura Jose. Con ellos estarán, además del equipo docente, estudiantes de magisterio y de educación infantil en prácticas, y más adelante, estudiantes de doctorado en innovación pedagógica. "La idea es que futuros profesores de la enseñanza pública vivan el espacio Foresta y se nutran de esta experiencia", explica Jose.

Este espacio dedicará las mañanas a los niños, mientras que por las tardes se convertirá en un lugar de encuentro para la comunidad, con talleres de diferente índole: nutrición y cocina, arte y movimiento, yoga para toda la familia, elaboración de instrumentos musicales, expresión musical, danza, naturaleza y ciencia, y dará cabida a los grupos de crianza y lactancia, entre otros, que puedan surgir. "Por nuestra experiencia, sabemos que estos grupos son muy necesarios porque hacen una labor importantísima de crear tribu y de acompañar en un aspecto como la maternidad/paternidad, en el que pueden surgir dudas o inseguridades y no necesariamente todo el mundo tiene gente afín entre sus allegados", afirma Noa.