-¿Hay mucha diferencia entre la afición a la ópera en España y en otros países?

-Sin duda. Me provoca tristeza ver como ciudades como Praga, en la República Checa, un país más pequeño y menos poblado que España, tiene tres teatros de la ópera mientras que aquí hay capitales de provincia que no tienen un teatro, ya no digo de ópera, sino un teatro funcionando al cien por cien. En otros países, la música clásica y la cultura forman parte de la idiosincrasia de la gente. Allí van con la misma alegría al fútbol, a un concierto de rock y a la ópera. Pero porque lo hacen desde pequeños.

-¿No tienen esa imagen de la ópera como un género elitista?

-Es evidente que la ópera tiene algo de boato, pero no creo que para disfrutar de la ópera tengas que ser un entendido. Pero para que la gente sepa si le gusta o no, primero tiene que conocerla y para eso hay que acercarla al público, algo que aquí no se hace.

-¿Por qué?

-Porque parece que no interesa culturizar a la gente. La situación de la ópera y de la cultura en general en España es un drama. Se ha querido aplastar a la cultura con ese terrible 21% de IVA, que tantísimo daño ha hecho, provocando el cierre de teatros y empresas, y haciendo que actores, bailarines, músicos, creadores estén pasando verdadera necesidad. Y también hay quienes directamente apuestan por un tipo de cultura, y odian la música clásica, porque la consideran demodé y poco rentable. Terrible porque la rentabilidad de la cultura no se mide material, sino emocionalmente. La cultura debería ser considerada un bien inmaterial a defender, un derecho social a defender.