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El primer caso de abusos a menores por sacerdotes de la iglesia de Castilla y León

"Atábamos la sábana para que no metiera la mano", dicen víctimas del cura pederasta

Nuevos testimonios de exalumnos del sacerdote zamorano confirman sus abusos a menores cuando merodeaba "escondido" por los dormitorios

José Manuel Ramos Gordón.

La denuncia de un exseminarista de La Bañeza que ha permitido desenmascarar al sacerdote José Manuel Ramos Gordón por abusar sexualmente de menores ha abierto las puertas a otros testimonios, en este caso de exalumnos del colegio diocesano Juan XXIII de Puebla de Sanabria, donde había estudiantes internos de Zamora, León, Palencia, Galicia y Asturias.

Allí, el pederasta dio clases durante los años 80 antes de pasar al Seminario Menor de La Bañeza. Uno de esos antiguos alumnos, H. H., zamorano de 48 años que estudió en el centro entre 1983 y 1987, ha pasado directamente a la acción y esta misma mañana tiene previsto trasladar al obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, -ya lo intentó ayer- "lo que Chema (como era conocido Ramos Gordón en el centro) hacía con los niños".

H. H. muestra todo su apoyo a F. L., el denunciante de los hechos de La Bañeza, e insta "a que todos los que sepamos algo nos juntemos, y si hay que hacer un escrito conjunto a la Fiscalía o ir al Obispado, que lo hagamos. Ya era hora de que esto saliera a la luz", indicaba ayer. Y en alusión al cura apartado por pederastia añade: "Todos los que estudiamos allí podemos contar cosas. Lo veías por las noches, a las dos o las tres de la mañana, escondido detrás de los armarios o de repente te lo encontrabas en la cama sentado". Al igual que ocurriera con los gemelos en La Bañeza -de los que partió la denuncia que desató el caso-, en Puebla "había dos hermanos gemelos pequeñitos, eran de un pueblo de Zamora y huérfanos de padre o madre no recuerdo, pero los tenía asfixiados", añade. H. H. cuenta que era frecuente ver al sacerdote "merodeando por las noches en los dormitorios y si le pillabas te ponía cualquier excusa, que estaba dando una vuelta para vigilar".

Derrumbados

Hay más casos. El gallego F. P. G., interno en el Juan XXIII durante los cursos 84, 85 y 86, apoya "totalmente la denuncia del seminarista de La Bañeza y todas las iniciativas que se puedan tomar para que estos hechos no queden impunes. "Seguro que esos gemelos (del seminario leonés) quedaron derrumbados, esto no se cura psicológicamente". El alumno tiene grabado en su memoria cómo el primer día que llegó al centro ya le previnieron: "'Ten cuidado que por las noches hay un cura que se mete con los chicos'. Pero no haces mucho caso, piensas que puede ser algo como las novatadas".

Este exinterno describe que en los dormitorios, con las camas separadas por armarios, había grandes pasillos. "Recuerdo que yo dormía junto a mi compañero de Vigo al lado de la ventana, con la persiana levantada dejando ver la luz de la luna. Cuando llegaba él (el sacerdote) con sus gafas plateadas ya no dormías en toda la noche. Alguna vez lo vi arrodillado en la litera de abajo intentando retirar la ropa, y eso que ajustábamos bien la manta debajo del colchón para que no metiera la mano". F. P. G. asegura que "con los mayores no se atrevía, iba a los pequeños. Perdí la pista de un niño que se meaba en la cama -lo llamábamos Pepón-, se quedaba hasta en Navidades en el colegio porque sus padres eran emigrantes y siempre andaba asustadizo. Y había dos gemelos pequeños que también se meaban, temblaban, se encogían".

Otro de los alumnos que se suma a estos testimonios, de la provincia de León, de 48 años, estudió varios años en Puebla. Asegura que el miedo de los internos a lo que ocurría por las noches les obligó a intentar evitar esas indeseables visitas: "Todos los sábados por la mañanas nos obligaban a hacer limpieza de los dormitorios. Lo que hacíamos entre semana es que atábamos la sábana y la colcha a los muelles, cada muelle igual estaba a 10 ó 15 centímetros, para que cuando fuera a meter la mano no pudiera meterla. El sábado cambiábamos sábanas y volvíamos a dejarlas atadas. Pero claro, alguno andaba más despistado y, al que andaba más despistado, se la liaba". En ese dormitorio comunitario había niños de 7 a 14 años. En otro dormitorio pernoctaban los mayores, los de Bachillerato. Sobre las 10 de la noche los niños subían a los dormitorios "y después se esperaba un rato a que se callara todo el mundo".

Lágrimas

A. V., de 50 años, no puede reprimir las lágrimas recordando "lo que ya tenía olvidado". Por eso, cuando vio la noticia de los abusos sexuales de Ramos Gordón, tuvo sentimientos contrapuestos de rabia y alivio.

"Estaba deseando que apareciera esta historia, temía que este se pudiera librar". Este antiguo alumno del Juan XXIII tenía 15 años, suficientes para que darse cuenta de las aberraciones de "Chema". "Recuerdo a un encanto de niño de 6 años, sé que abusó de él porque lo oí. Fue una noche que me encontraba mal y como él (Ramos Gordón) estaba al tanto de la enfermería fui a verle. Tenía la puerta entreabierta, como no estaba fui al dormitorio de los pequeños y allí estaba, tumbado en la cama con el niño. Cuando se percató, me fui corriendo a mi cama y puso su cara a diez centímetros de la mía. Me miraba como diciendo 'si dices algo, te acuerdas'".

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