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Natalia Fernández: "En la enfermedad, el miedo es biológicamente necesario"

Filóloga y paciente de sarcoma, desmonta en el libro "Polifemo y la mujer barbuda" el lenguaje bélico del cáncer que divide a los pacientes entre vencedores y perdedores

La periodista Nuria Sainz y la escritora Natalia Fernández, ayer, en el Auditorio municipal. // J. Lores

Natalia Fernández se había pasado parte de su vida dando clases sobre cómo enfrentar la comunicación entre médico y paciente, sobre cómo abordar la enfermedad y un día se vio en uno de los polos, en el del enfermo. Diagnosticada de un extraño cáncer, un sarcoma que creció en su pecho, decidió escribir una especie de diario. "No quería que fueran exclusivamente unas memorias hospitalarias, sino que quería ir un poco más allá", explica. El resultado es Polifemo y la mujer barbuda. Crónica (des)enfadada de un cáncer atípico, un libro en el que vierte una amalgama de sentimientos y críticas que empiezan por combatir el lenguaje que se emplea para combatir esta enfermedad, en la que destaca que el miedo es "biológicamente necesario". Ayer presentó el ensayo en el coloquio de Club FARO acompañada de la periodista Nuria Sainz.

Profesora universitaria, doctora en Lingüística y en Filosofía de la Ciencia y traductora habitual de hasta nueve lenguas, Fernández imprime estas facetas en el libro, no de un modo pedagógico, sino casi de manera espontánea, enriqueciendo el relato, porque como ella misma reconoce, aunque lo ha intentado, no consigue deshacerse de esa "piel de filóloga". "Me había dedicado a investigar cómo se habla de estos temas y siempre me había sorprendido la cuestión de las metáforas de la guerra", explicó ayer. En los apuntes que forman este libro desecha esta jerga -con frases como "perdió la batalla" o "hay que luchar"- que divide en dos a los pacientes de cáncer: los vencedores y los vencidos. La escritora se pregunta en virtud de qué se establece esta separación: "¿Es que los que han perdido la vida en la batalla son perdedores? ¿Lucharon menos? Tú no puedes luchar, yo no era más que un cuerpo que me sometía a aquello que se me indicaba".

Fernández defendió la opción de los enfermos de "dejarse vencer si quieren", a vivir y sufrir la enfermedad como quieran. Denominó el persistente énfasis por la lucha como "la dictadura del pensamiento positivo", en la que parece, señaló, que "si no piensas en positivo estás condenado". Frente a esto proclamó la libertad íntima y, según confesó, ella optó por la asunción: "Si tenemos que encontrar algo filosófico diré que soy confuciana, prefiero adaptarme a la adversidad que revelarme contra ella; puedo aceptar la situación en nanosegundos y eso no tiene que ver con la resignación -o no hubiese escrito un libro-, cuando te topas con algo sabes que ahí no tienes que perder el tiempo y perseverar, es un espíritu pragmático y adaptativo".

La escritora aseguró que en su caso no sintió miedo ante la enfermedad, aunque reconoce su necesidad para estar alerta. "Aunque si tuviera que escoger algún momento, sería los de espera, la incertidumbre, la espera por unos resultados, por saber cómo es de grave", matizó.

A ese sentimiento se une la soledad. Una soledad no solo ante la enfermedad sino también física. "Estás muchas horas en el hospital y te vienen a ver, pero después te quedas allí. Yo me consolaba pensando que los que te visitan también vuelven a su soledad, pero lo hace con toda su autonomía, en vertical, porque la enfermedad se vive en horizontal y el ser humano necesita de la verticalidad para alcanzar sus libertades", reflexionó.

La soledad debe tratarse también desde el puesto de los médicos y la enfermería. Como paciente, Fernández aseveró no haber tenido malas experiencias, pero precisó que los sanitarios deben hablar a los dolientes "desde la misma altura, porque además de pacientes somos personas".

Como enferma y profesora, sabe que incluso a los médicos les cuesta decir sin rodeos que se trata de un cáncer porque considera que "hasta hace poco era igual a muerte y es difícil desactivar el carácter explosivo de la palabra". Señaló la importancia de que todos se impliquen para que se normalice y se encuentre el equilibrio entre la información médica y la sensibilidad del paciente.

También recordó que hay que restar la implicación moral que se le imprime a la enfermedad y que lleva a muchos pacientes a preguntarse por qué le ha tocado a ellos. "Me parece curioso que la gente se pregunta por qué a mí. ¿Y por qué no? Todo el mundo cree que no lo merece porque hemos convertido el cáncer en una categoría moral. La enfermedad es solamente lo que es, una serie de azares que te apartan de la normalidad entendida como la rutina que odias cuando estás en ella y que piensas que ojalá pudiera volver cuando estás en la enfermedad".

Ser o no ser uno mismo tras ser mutilado

  • Se recoge en el libro que el poeta Rainer Maria Rilke, enfermo de leucemia, reflexionó sobre su propia dolencia haciendo una comparativa entre un perro y un hombre. El poeta señaló que cuando un perro está enfermo, sigue siendo un perro, pero mostró sus dudas de que un hombre enfermo siga siendo lo mismo. ¿Qué es entonces una mujer a la que se le extirpa un pecho?"Parto de ese pensamiento para ir viendo en qué momento dejas de ser tú, de cuánto cabe prescindir para dejar de ser tú. Es un tema irresoluble", sentencia Fernández. Su sarcoma estaba alojado en un pecho, el cual tuvo que ser amputado y reconstruido.Cuando el paciente tiene que pasar por esta operación surgen los mensajes de "no seas negativa", "esto te salvará", mensajes que Fernández diluye en el turbio y agresivo proceso de bombardeo, dolor y destrucción que supone una cirugía que te arranca parte del cuerpo.Tras pasar por el quirófano, comienza otra empresa, no es solo con uno mismo, sino que hay que lidiar con las personas que rodean al paciente. La escritora aseguró que en ocasiones se ha tenido incluso que enfrentar a "la frivolidad de gente que sin comprender que para crear hay que destruir" le decía que por qué no aprovechaba para operarse las dos mamas. "La cirugía puramente estética nos ha hecho mucho daño", señaló incidiendo en la merma de importancia que le ha otorgado a este tipo de intervenciones.Comienza entonces otra discusión, esta vez con el espejo, hay que negociar con la imagen para "empezar a ser tú, pero de otra manera" porque "nunca vuelves a la normalidad que tenías, te sabotean las vías del tren y no puedes volver a las mismas", dice.

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