Dulce Navidad es el título de un villancico. Sin embargo, las fechas que asoman en el calendario saben a hiel para miles de personas que sienten intensamente la muerte reciente de un ser querido y se acongojan cada vez que escuchan el tan recurrente Felices fiestas porque en su mesa habrá, este año, una silla vacía. Para muchos, la más importante. Sentimientos de tristeza, rabia, añoranza y el deseo, verbalizado unas veces y silenciado otras, de acostarse el 20 de diciembre y despertar a mediados de enero, cuando las luces navideñas, los turrones y las imágenes de Papá Noel y los Reyes hayan desaparecido, oprimen estos días sin compasión a quienes cuentan las horas que faltan para enfrentarse, con el corazón tiritando, a sus primeras navidades sin.

"No importa el tiempo que haya pasado desde el fallecimiento de la persona por la que llevamos el luto; la primera Navidad es el momento de revivir la pérdida y sentir el profundo vacío de la ausencia del ser querido", destaca Concepción Rodríguez Pérez, del Colexio Oficial de Psicoloxía (COP) de Galicia, quien considera que afrontar esa ausencia va a depender de "quién es la persona que nos falta" y de muchos otros factores individuales y culturales, aunque insiste en que, en general, "es mejor no negar el sufrimiento, reconocerlo".

"Aquí en Galicia, donde la muerte es ritualizada socialmente, resulta saludable hablar de lo que significa para todos en casa, en incluso en el contexto social, la ausencia de la persona querida. Posiblemente sintamos que no podemos celebrar, y lo que haremos, de alguna forma, es celebrar la memoria de la persona que nos falta en lugar de la Navidad. Puede que hablemos de cómo a esa persona le gustaría que estuviésemos", señala.

Cada persona es un mundo y, por tanto, no hay una fórmula mágica para sobrellevar de la mejor manera posible estas fechas. "Hay quienes prefieren estar solos e irse lejos de lo que les haga revivir la ausencia, y esto es algo perfectamente lícito y respetable", apunta la especialista del COP-Galicia. "Por lo general, en una cultura como la nuestra, donde los miembros de la familia se reúnen tradicionalmente, lo mejor sería tratar de hacer eso mismo, respetando al máximo los deseos de la persona que, supuestamente, ha sufrido más la pérdida. Debe ser un proceso abierto, de diálogo familiar, en el que todos han de ser escuchados", subraya.

Concepción Rodríguez recalca que el dolor "es un fenómeno individual, que a su vez es compartido por todas las personas que sufrieron la pérdida de un ser querido". "Cada uno tiene su manera de sentir y de afrontar, y colectivamente se debe articular la forma para que todos los miembros de la familia sientan que su dolor es respetado. Y también es primordial que cada uno sienta que es importante en el proceso de superación que el grupo atraviesa", indica, y remarca: "Todos y cada uno de los miembros del grupo son igualmente importantes en este proceso, aunque el dolor sea diferente, también, para cada uno de ellos".

Además del tiempo transcurrido desde el fallecimiento en cuestión, otros factores que influyen en la evolución del duelo, y a la hora de afrontar la Navidad, son las circunstancias de la muerte, la edad del finado y, sobre todo, el vínculo afectivo que nos unía a esa persona ausente. "Normalmente los familiares también sufren, en mayor o menor grado, ese dolor, y son parte del proceso. Pero como en todo, hay proporciones, y la persona que ha sufrido la pérdida más directa es la que necesitará mayor atención. Ayudar a los demás, cuando están peor que nosotros, también es positivo para uno mismo", sostiene la especialista del COP-Galicia, quien insiste en que "no se debe ignorar el sufrimiento de quienes nos rodean". "Debemos, siempre que sea posible, ayudar a enfrentar ese dolor. ¿Cómo? Encontrando la forma que sea adecuada a la persona que lo está pasando mal y a la situación, y siempre con el máximo respeto", destaca.

En los días clave, como Nochebuena o Navidad, a la hora de sentarse a la mesa, ocupar el lugar del fallecido puede ser difícil para los miembros de la familia. "En ese caso, colocar algo en ese lugar en lugar de una persona, o usar otra mesa y otra sala, o ir a cenar o a comer a otra casa, puede ser una buena elección", sugiere Concepción Rodríguez Pérez, quien, sin embargo, recomienda evitar expresiones como "tienes que animarte, que es Navidad", "hay que ser fuerte" o "el tiempo lo cura todo", pues, aún pronunciadas con la mejor de las intenciones, pueden resultar muy contraproducentes. "Esas frases tienen siempre efecto negativo, ya que ponen de manifiesto para la persona que lo está pasando mal que no es entendida. Poco importan las buenas intenciones de quien las dice. Es mejor utilizar expresiones como 'qué difícil es gozar de las cosas sin las personas con las que siempre gozábamos'. Y siempre es mejor callar que decir algo que no va a ayudar a la otra persona", apunta.

En cuanto a cómo actuar frente a los más pequeños de la casa, la especialista del COP-Galicia recuerda que los niños "también son personas", aunque "las explicaciones deben ser adecuadas a su edad, guardando esas diferencias". "Como miembros del grupo, deben ser incluidos en todo. Siempre cuidando de sus necesidades, eso sí, que van a depender de la edad", recalca esta especialista gallega.