"Elisa, tu devrais faire tes devoirs maintenant, si tu veux ensuite aller jouer avec tes copines!". Florence Lunel es francesa, de la Normandía, y llegó a Vigo por amor hace ya 19 años. Cuando tuvo a su primera hija, Elisa, hace 12, ella ya se manejaba perfectamente en castellano, pero tenía muy claro que le hablaría en francés a su hija para que aprendiera su idioma. "Elisa a tua nai ten razón, estuda agora mellor", añade su padre, Jorge Blanco, vigués de nacimiento y amante y defensor del gallego, aunque lo combina con el castellano según la ocasión. Elisa y su hermana Amaia, de 10 años, contestan a ambos sin titubear, a cada uno en su idioma. Es lo que han hecho desde que dijeron sus primeras palabras. Es su forma natural de comunicarse en casa. Y cuando salen con sus amigas se impone el castellano que, por supuesto, también dominan a la perfección. Elisa y Amaia son unas niñas afortunadas porque, sin apenas esfuerzo, ya tienen en su cabeza uno de los mejores regalos que les podían hacer sus padres: el dominio de tres idiomas al que se une el inglés, que es el que aprenden en el colegio, como la mayoría de los niños españoles, desde muy pequeñas. Ellas no son aún plenamente conscientes de esa ventaja que tienen respecto a otros niños de su edad, pero sus padres están convencidos de que su esfuerzo -porque su elección sí que requiere un esfuerzo adicional- merecerá la pena y les abrirá a sus hijas todo un mundo de oportunidades.

En un mundo globalizado como el que vivimos las parejas internacionales están cada vez más a la orden del día, aunque eso no significa que todas ellas opten por la opción de educar a su descendencia en ambos idiomas ni que logren mantener su decisión a lo largo de los años. "Sen dúbida supón un esforzo para os dous e ás veces tamén para os nenos, xa que teñen un período de rebeldía no que queren falar só como a maioría dos seus amigos, é dicir, en castelán". Así lo explica el vigués Manuel López, viajero empedernido que conoció a la americana Hellen Burr durante una de sus aventuras en Nueva Zelanda y con la que se casó en 2005 y decidieron construir en Vigo su hogar, que fue creciendo con la llegada de sus hijas, Xela, de 6 años, y Aroa, que tiene 3.

Sorprende escuchar a Hellen hablando un gallego muy adecuado con su marcado acento americano. "Tiñamos claro que queriamos transmitir cada un o noso idioma e cultura ás nenas; lemos bastante sobre o tema e aprendemos que a constancia, manter a máxima dun idioma, un interloctor en todas as situacións e ambientes, e estar moi seguro da túa decisión eran claves para conseguilo; os nenos son moi intelixentes e se empezas a dubidar, perdes credibilidade", explica Manuel.

El vigués optó por el gallego, "xa sabía que, lamentablemente, na escola ía impoñer o castelán, por iso quixemos que en casa o idioma paterno fose o galego e, para iso, era importante tamén que a nai soubese falalo, aínda que a elas diríxase sempre en inglés, pero se ven que comigo fala en galego, cobra máis valor", destaca.

Los viajes siempre que pueden a Menfis, ciudad de Hellen, y las llamadas por Skype , son "esenciales" para que las niñas se sumerjan a fondo en el inglés y, además, los padres destacan las enormes ventajas de crear grupos de amigos en la misma situación que ellos. "Teño amigas inglesas e americanas que tamén falan aos seus fillos en inglés e procuramos xuntarnos a miúdo para que os nosos fillos sentan máis identificados. O mesmo ocorre co galego: temos un grupo de amigos galegofalantes cos que os nenos falan todos en galego e a lingua normalízase máis aló do fogar", coinciden.

"O importante é darse conta de que existe outro modelo posible; cando falamos de bilingüismo o galego adóitase obviar e é unha gran oportunidade que hai que valorar", reivindica Manuel.

Más compleja y aún más rica es la realidad de la familia Verschuur, formada por la finladesa Tuula Jutila, el holandés, Patrick Verschuur y sus hijas Elin, de 6 años, Aurora de 11 y Ronja de 12, que residen en Bueu, adonde llegaron hace cuatro años y medio por el trabajo de la madre en la Agencia Europea de Control de Pesca. "Cada uno de nosotros habla a los niños en su idioma, entre nosotros hablamos en inglés y los niños van a un colegio internacional en el que el idioma principal es el inglés. El castellano lo aprendieron muy rápido gracias a nuestros vecinos y al refuerzo que les dan en el colegio aunque, sin duda, la que lo tuvo más fácil fue la pequeña, Elin, que habla español con la misma naturalidad que el finlandés y el holandés", explica la madre, que también habla un español bastante fluido.

Viajan a Helsinki tres veces al años y, además, las hermanas mayores mejoran su nivel gramatical gracias a unos cursos que ofrece el gobierno finlandés a los hijos de emigrantes a través de internet.

"Las niñas a veces se quejan por el esfuerzo que les produce aprender y mejorar en estos idiomas, pero estoy segura de que muy pronto lo van a valorar", apunta la madre. Para comunicarse entre las hermanas, en estos momentos se impone el español. Un hogar con cuatro acentos y mucha alegría.

Transmitir el idioma materno y paterno, sean cuales sean éstos, ya que todos tienen el mismo valor, es la máxima de estas familias. También lo es de Mónica Docampo, suiza hija de emigrantes gallegos que vivió en este país, en el cantón alemán, hasta los 23 años, para luego regresar a Vigo, la ciudad de sus padres, donde se enamoró de Daniel y tuvieron a sus dos hijos, Xoel, de 4 años, y Roi, de solo 4 meses. "El suizo no existe como idioma escrito, solo hablado, pero lo normal en Zúrich, donde yo nací, es que tus padres te hablen suizo y, al empezar a leer en la escuela, comiences con el alemán. Y así mismo estoy haciendo yo con mis hijos", explica. Mónica, al igual que otros muchos suizos que disfrutaron de las ventajas de esta país de múltiples conexiones, sabe también hablar italiano, "que lo aprendí de mis vecinos", e inglés. "En mi caso, en casa se hablaba castellano, pero tuve la suerte de que mis padres vivían en un pueblo bastante rico, en el que apenas había emigrantes, por eso me relacioné siempre con suizos, plenamente integrada, no como otras compañeras que estaban siempre rodeadas de gallegos y no aprendieron igual que yo las lenguas", relata la madre.

De este modo, Mónica habla a sus hijos en suizo y el mayor la comprende perfectamente, aunque a veces se niega a responderle en este mismo idioma. "Me di cuenta de que, sin querer, yo respondía al niño cuando me pedía algo en castellano, y luego aprendí que tenía que obligarle a esforzarse y, si se dirigía a mí, que lo pidiera en suizo o no le hacía caso? son cosas que también los padres vamos aprendiendo con la experiencia", añade.

También ella ha contactado con alguna amiga suiza que reside en Galicia para que sus hijos vean "que hay más niños como ellos; les viene muy bien que otras personas les hablen en suizo, no solo yo," y también, al menos cada dos años, viajan a Suiza para que los niños conozcan bien a su tío y sus primos y tengan una inmersión total en el idioma. Además, Mónica explica que en el momento actual, "tenemos muchas herramientas, a través de internet, para enseñar a los niños idiomas. Hace 20 años habría sido muchísimo más complicado".

La madre asegura que es muy consciente "de la suerte que tuve de aprender de niña varios idiomas: este aprendizaje te aporta una enorme agilidad mental y te abre muchas puertas y eso es lo que quiero para ellos", destaca, al tiempo que apunta que "cuando aprendan inglés o francés les será mucho más sencillo ya que hay muchas estructuras parecidas".

En Nigeria se hablan varios idiomas y dialectos pero los principales son el inglés y el igbo. Joe Carmelo Roku, nigeriano que vive en Vigo desde el año 2002, decidió hablar en inglés a su hijo Hugo Joe, que nació hace seis años, mientras que su madre, Noemí Rodríguez, gallega, le habla en castellano. "En estos momentos el niño me entiende perfectamente si le hablo en inglés aunque a veces insiste en contestar en castellano, pero espero que vaya cambiando", cuenta el padre.

En cuanto al igbo, Joe explica que es un idioma sencillo "que se escribe igual que se habla" y, poco a poco, tratará de enseñárselo. "Aún no hemos querido llevarle a Nigeria por el tema de las vacunas pero pronto lo haremos y me gustaría que pudiera comunicarse bien con toda mi familia", añade el padre. Mientras tanto, los padres están satisfechos porque "el inglés es esencial hoy en día y nuestro hijo partirá con ventaja y seguro que pronto valorará su suerte", concluyen.

Helen Burr, Manuel López, Xela y Aroa | Americana y vigués

"O esencial para ter éxito é ser moi constante e estar convencido do que fas"

El vigués Manuel López y la americana Hellen Burr se conocieron en un refugio de montaña de Nueva Zelanda. El amor surgió y emprendieron una larga odisea juntos para, finalmente, asentarse en el Vigo natal de Manuel. Aquí tuvieron a sus dos hijas, Xela, de 6 años, y Aroa, de 3. Manuel les habla desde bebés en gallego y Hellen lo hace en inglés. "O castelán xa o ían a aprender no colexio", destaca el padre. Manuel apoya además su transmisión del gallego con el portugués, a través de libros, dibujos animados y yendo al cine en Portugal. "Aprenden a utilizar estruturas máis complexas e un vocabulario moito máis rico", explica. Además, Xela y Aroa acuden a clases de francés. "É unha marabilla ver como desenvolveron unha enorme facilidade de aprendizaxe", asegura la madre. "O esencial para ter éxito é ser moi constante e estar convencido do que fas", coinciden los progenitores.

Mónica docampo y sus hijos Xoel y Roi | Suiza y vigués

"Quiero dar a mis hijos las mismas oportunidades que tuve yo al nacer en Suiza"

Mónica nació en Suiza, en el cantón alemán, hija de padres gallegos, y a los 23 años regresó a Vigo. Cuando tuvo a su primer hijo, Xoel, hace cuatro años, decidió enseñarle "la lengua que me salía de forma natural, que es el suizo, un idioma que no existe escrito, y, cuando empiece a escribir, le enseñaré alemán, tal y como me hicieron a mí y que me ha servido tanto en la vida", describe. El padre, Daniel, les habla por su parte en castellano. "Hay que ser constante y mantenerse en un mismo idioma; si no, llega un momento en que les da pereza y prefieren hablar todo en castellano, que es lo que más escuchan", indica Mónica. Admite que cuando están con familia o amigos gallegos, "cambio al español para que no se sientan mal". Para contrarrestar, también se apoya en una amiga suiza, "para que el niño hable con otras personas".

Florence Lunel, Jorge Blanco, Elisa y Amaia | Francesa y vigués

"Hablarles no es suficiente; el idioma extranjero requiere también una rutina de estudio"

Florence se trasladó por amor desde la Normandía a Vigo hace 19 años. Profesora en la Alianza Francesa, tuvo claro desde el primer embarazo que debía transmitir a sus hijas su idioma y su cultura. Jorge, el padre, quiso hacer lo propio con el gallego. "Empecé hablándoles solo gallego pero como tardaban en empezar a hablar nos pareció que era excesivo comenzar con tres idiomas y me pasé al castellano, pero desde hace unos años he vuelto al gallego, aunque no se lo impongo, quiero que se cree un lazo natural", describe. Las niñas, de 12 y 10 años, hablan ahora perfectamente los tres idiomas. "Elisa ha elegido en el instituto francés como segundo idioma y ambas van un día a la semana a la Alianza; además de hablar y entender es muy importante que profundicen en la gramática", advierte su madre, "y además allí conocen a otros niños de padres franceses", añade.

Noemí Rodríguez, Joe Carmelo y Hugo Joe | Viguesa y nigeriano

"Hablo a mi hijo inglés pero también me gustaría que aprendiera igbo"

Noemí y Joe Carmelo se conocieron en Vigo hace catorce años. Se hicieron pareja y, hace seis años, tuvieron a Hugo Joe. En Nigeria se hablan varios idiomas pero los principales son el inglés y el igbo. Aunque se defiende bien en castellano, la pareja vio en el conocimiento del inglés de Joe una oportunidad para su hijo. "Decidimos que Joe le hablara siempre en inglés y también ve los dibujos y le lee cuentos en ese idioma, mientras que yo lo hago en castellano", explica la madre. "También me gustaría, poco a poco, enseñarle el igbo, que es un idioma bastante sencillo, para que cuando vayamos a mi país pueda comunicarse sin problema con mi familia", apunta el padre. De momento el niño entiende perfectamente el inglés aunque a veces se niega a responder. "Hay que insistir y tener paciencia", advierten los padres.

Tuula Jutila, Patrick Verschuur, Ronja, Aurora y Elin | Finlandesa y holandés

"Nuestras hijas hablan finlandés, holandés e inglés por nosotros y ahora, en Bueu, aprenden español"

Tuula, nacida en Helsinki, y Patrick, holandés, viven desde hace cuatro años y medio en Bueu con sus tres hijas, de 12, 11 y 6 años, adonde se mudaron por el trabajo de la madre. Ella siempre les habló finlandés y el padre, holandés, mientras que entre la pareja se comunican en inglés. Ahora, han añadido el español a su vida, "que las niñas aprenden en el colegio y gracias a los vecinos, que nos han ayudado mucho", cuentan. Además, las niñas fortalecen su conocimiento del finlandés gracias a unos cursos que realizan a través de internet. "Conmigo estuvieron más tiempo de pequeñas y por eso también controlan mejor el finlandés que el holandés. Este último lo comprenden bien pero lo hablan con errores y, a veces, tanto el padre como ellas se pasan al inglés", advierte Tuula.