Ocurrió en 1972, ella lo denunció en 2007 y él lo confirmó en 2013, pero ha sido ahora cuando la sociedad ha reaccionado. La actriz María Schneider, protagonista junto a Marlon Brando de la película El último tango en París, contó en una entrevista para el Daily Mail hace casi 10 diez años que la escena en la que le untan mantequilla en su ano y genitales para simular una violación se rodó sin que ella conociera ese detalle, el de la mantequilla. No, Brando no la penetró de verdad, pero en connivencia con el director, Bernardo Bertolucci, cometió un abuso escandalosamente vejatorio sobre el que ella confesó sentirse "humillada" y "casi violada". "Lo que hacía Brando no era real, pero yo lloré lágrimas de verdad", se sinceró en el artículo.

Quien confesó la confabulación previa entre actor y director no fue Brando, sino Bertolucci, también durante una entrevista, esta en televisión. El vídeo de las declaraciones, recuperado por el portal El Mundo de Alycia con motivo del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia Machista que se celebró el pasado 25 de noviembre, ha saltado a las redes sociales indignando particularmente por la indolencia con la que cuenta la sucesión de hechos y la inaceptable justificación que ofrece: "He sido de algún modo desleal con María porque no le conté lo que iba a pasar, quería la reacción de una chica, no quería la reacción de una actriz, quería que reaccionara al acto de humillación? que gritara ¡no, no! Creo que ella me odió a mí y a Brando porque nunca le contamos la historia de la mantequilla como lubricante".

El presidente de la Asociación de Actores de Galicia, Ernesto Chao, expresa con rotundidad su rechazo a estas declaraciones: "No hay ningún fin artístico que pueda justificar una acción de estas características y más cuando se trata de una acción que transgrede los derechos de una persona". La polémica ha sobrecogido especialmente al mundo del arte, porque, como afirma María Carballal, actriz, directora y profesora de la Escola Superior de Arte Dramática de Galicia (ESAD), "los espacios artísticos son justo lo único que nos queda para construir una realidad mejor, deben servir para criticar la realidad, no para lo contrario". Apela además a la conciencia de los directores, que crean un producto para el público, por lo que considera que deben ser especialmente "responsables" con aquello que hacen. Carballal reconoce estar "conmocionada" por las declaraciones y considera que debería ser tratado como un delito por el abuso que supone. "Me perece terrible pensar que podemos confundir realidad con ficción, que porque eso haya pasado en una película no se entienda que es un delito igual".

Cuando el presentador le pregunta a Bertolucci si se arrepiente de haber rodado la escena en esa manera él contesta: "No, pero me siento culpable. Lo que pasa es que algunas veces para hacer películas, para obtener algo, tenemos que ser completamente fríos, no quería que María fingiera su humillación, su rabia, quería que María sintiera la rabia y humillación". Carballal se pregunta "qué clase de director tiene que acudir a cosas como esta porque no tiene herramientas suficientes para lograr que sus actores hagan en escena lo que necesita".

Manuel Vieites, director de la ESAD, explica que hay una corriente dentro de la interpretación que todavía cree que el actor debe sufrir lo mismo que el personaje. "Esta es una profesión en la que hay que replicar los comportamientos, no tiene que afectar a nuestro estado de ánimo, es como si decimos que Anthony Hopkins tenía que sentir lo que sentía Hannibal Lecter, sería un monstruo", ejemplifica.

El director Ignacio Vilar cree que una escena no se puede hacer sin un acuerdo previo: "Siempre hay que hablar con los actores y pactar lo que se va a hacer". En las dos últimas películas de Vilar, Sicixia y A Esmorga, hay relaciones sexuales. "Las secuencias están trabajadas previamente, los actores saben lo que tienen que hacer", explica. Al comienzo de A Esmorga el protagonista se acuesta con A Raxada, su pareja. Melania Cruz es la encargada de darle vida: "Me dejaron muy claro lo que se iba a ver y yo decidí que no tenía ningún problema porque entendía que A Esmorga es algo sucio, la relación que tienen ellos lo requería, Schneider no pudo escoger". La actriz tiene claro que el hecho se produjo fruto del "sistema heteropatriarcal que va marcando las conductas" . Y pone un ejemplo: "Solo hay que ver el tiempo que tardan ellos en peluquería y maquillaje y lo que tardamos nosotros, a veces te ves al espejo y ni te reconoces". Considera que nunca se habría producido con un hombre. "Es como si con una mujer fuera más lícito".

Tanto Cruz como el resto de entrevistados consideran que la juventud de Schneider también pudo propiciar el despotismo del director. "Empezó en el cine con dos monstruos como estos y ella era tan joven, no puedo ni imaginar cómo se sintió", dice Chao. Cuando rodó la película, Schneider tenía 19 años y era su primer gran papel, mientras que Bertolucci y Brando, que entonces tenía 48 años, ya se habían forjado una reputación. Schneider aseguró en la entrevista de 2007 que Brando le confesó más tarde que él también se había sentido manipulado por el director. "Y el era Marlon Brando, así que imagínate cómo me sentí yo", dijo la actriz.

Tras la película, Schneider cayó en una depresión y comenzó a consumir drogas. Ella aseguró que la película le había dejado secuelas por la fama que le había traído. "La gente creía que yo era la chica de la película, pero esa no era yo", afirmó. Carballal se pregunta ahora si la vida que llevó después no estuvo producida por el abuso del director: "Imagina una mujer joven que quiere ser actriz y lo primero que se encuentra es una violación de su intimidad, ¿qué pensaría le iba a pasar la siguiente vez?". Schneider no volvió a rodar un desnudo.