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Javier Berché Cruz: "A los superdotados hay que cogerlos antes de los 12 o 13 años; si no, malo"

"Los antidepresivos y la medicación para el déficit de atención les deja chafados; me llegó un chico que tomaba dieciséis pastillas diarias, le salvé la vida"

// Irma Collín.

El pediatra Javier Berché Cruz (presidente de la Fundación Berché de Barcelona) lleva más de treinta años tratando a niños y adolescentes de altas capacidades o, lo que es lo mismo, superdotados. Estos días recorre el país con su mano derecha, la educadora Esther Moreno, impartiendo cursos para profesores, psicólogos y psicopedagogos que organizan distintas entidades sociales, con el fin de que aprendan a identificar a los chicos con altas capacidades. Berché dice que a los superdotados "hay que cogerlos antes de los 12 o 13 años; si no, malo". Y es que si se les confunde con enfermos psiquiátricos, pueden caer en una espiral de incierto futuro.

-¿Cómo se sabe que un niño tiene altas capacidades?

-Hay una valoración subjetiva que deberían hacer los padres y maestros. Se sabe cuando un individuo tiene un vocabulario precoz, amplio, lo que a edades más tempranas llama más la atención. Luego está la capacidad de aprendizaje. Un buen maestro tiene que darse cuenta de que este individuo aprende más rápido. Son niños y adolescentes que también son asincrónicos, que tienen diferentes velocidades de aprendizaje. La asincronía que más nos interesa es entre la edad intelectual y la edad emocional, es la que nos puede crear un problema.

-¿Qué quiere decir?

-No es lo mismo lo que aprendes que la forma en que vivencias ese aprendizaje. Puede haber aprendizajes a diferente nivel y eso puede provocar miedos, angustia, sentirse diferentes a otros niños o chicos.

-¿Van mal en el colegio?

-Los hay que van perfectos, pero también están los que, si el profesor no les conoce, pueden llegar a suspender en muchas materias, aunque luego son unos creativos fabulosos. El problema es tener profesores adecuados que les comprendan y sepan llevarlos. Es lo que nos falta. ¿De qué cojea este país? De profesores formados, y ocurre aquí, en Cataluña, en todos lados.

-Hay 4.000 niños identificados en Cataluña. ¿Cuántos puede haber en España?

-Entre 200.000 y 260.000, pero identificados no superaríamos los 23.000 niños.

-¿Y qué hay que hacer con un chico de altas capacidades?

-Pues una formación específica. En lo emocional, hay que hacer un acompañamiento de su personalidad. Y programas educativos adecuados. No sólo aceleraciones, que es algo que siempre se plantea, pero que no siempre es recomendable. Hay que estimular el talento con programas especiales. Acceder a unas aulas especiales en las cuales los alumnos de un mismo colegio se podrían encontrar, unas cuatro horas a la semana, donde se haría la gestión del talento. Y luego una formación específica de los profesores.

-¿Cómo se traduciría eso?

-Se trataría de una formación no cognitiva. Si yo empiezo a hablar de Egipto y describo la pirámide de Keops, pues seguramente ya habrán oído hablar de ella y se aburrirán. Pero si yo pregunto: a ver, ¿dónde está la pirámide más alta del mundo? Me contestarán: Egipto; pero yo repondré: pues no, estáis equivocados. Al final te sale uno por ahí que te va a decir: puede estar en México. ¿Y cuál es esa pirámide? Nadie lo sabe, pero ya ves que las cabezas se van girando. No es la lección habitual. Y cuando les citas la pirámide de Cholula, ya se ha despertado toda la clase. Pues lo mismo con todo, con las matemáticas, por ejemplo.

-Una especie de incitación.

-Sí, sí. Ahora tenemos en la Fundación ochenta alumnos que vienen los sábados. Vienen incluso de Sevilla, Zaragoza, Bilbao, San Sebastián... Vienen los sábados porque damos una alimentación distinta que en el colegio.

-¿Se pierde mucho talento?

-Perdemos una riqueza para el bien del país. Yo tengo la suerte de haber dado con cuarenta individuos felices que están estudiando en Estados Unidos, y me da rabia que se vayan fuera, pero es que los becan allá.

-Allí sí les cuidan, ¿no?

-Tengo a doce o catorce trabajando, en ingenierías, sobre todo aeronáutica. Se los rifan.

-¿Cómo llegó a este mundo de las altas capacidades?

-Yo soy pediatra, pero siempre me interesó la neurología y la psicología. Un amigo mío me trajo a su hijo. Me dijo: mírame a mi hijo, que es burro. Le hice un test y salió un coeficiente de 132, y le digo: no, tu hijo no es burro. El cero es muy fácil de sacar, el diez, muy difícil. Y me dice: ¿Qué hacemos? Entonces me puse en contacto con universidades de Estados Unidos.

-Porque usted aplica un método americano.

-Si, el del Centro de Jóvenes con Talento (CTY) de la Universidad John Hopkins de Baltimore, que desarrolló el profesor Julian Stanley. Ahora hay métodos en Japón, Canadá, Israel...

-¿Están los padres muy preocupados con este tema?

-Mucho, pasan unas angustias tremendas, cuando ven que no se hace caso a sus hijos, o ven que no pueden comprenderles. He sacado una "Guía de la supervivencia para padres de niños superdotados" que habla de estos problemas. Necesitan también mucha comprensión, un acompañamiento, coaching, padecen mucho.

-¿Cuál es el caso más duro que ha visto?

-Tuve una chica en Barcelona, uno año antes del caso de Enol (el joven superdotado de Meres que falleció arrollado por el tren en junio de 2015), que también murió. Se sentía incomprendida por este mundo. Lo peor que tiene el superdotado es sentirse solo. La estuve tratando un año. Me vino con 21 años. Esto se ha de coger antes de los 12 o 13. Si se llega a los 16 o 18 sin estar identificado y tratado, malo. Se sienten solos, incomprendidos, hartos de este mundo y muchos de ellos tomando medicación que los deja chafados. Antidepresivos, anfetaminas, el Concerta famoso para el déficit de atención. Tuve el caso de un chico que me llegó con 23 o 24 años y que tomaba 16 pastillas diarias. A este chico le salvamos la vida. Ahora estudia dos carreras.

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