Cada 14 minutos un ictus mata a una persona en España, en Galicia son 6.500 las que sufren esta suspensión del riego sanguíneo en el cerebro. "Estamos hablando de una auténtica epidemia", señala Gonzalo Mira, gerente de Alento, una asociación que trabaja en la provincia de Pontevedra con personas con daño cerebral. En el Día Mundial del Ictus que se celebra este viernes, la agrupación subraya que atender a los pacientes antes de cuatro horas es decisivo para su supervivencia.

La mejora en la detección y la respuesta al ictus en los últimos años ha generado un descenso en la mortalidad. "Se trata de una urgencia médica en la que el tiempo de reacción es muy importante para minimizar las consecuencias", explica Mira. Por este motivo se indice en prestar atención a los síntomas que alertan de esta dolencia, como el dolor de cabeza, la paralización facial, pérdida de fuerza, la dificultad a la hora de hablar y problemas de visión doble o mareo. "Si identificamos estos síntomas hay que llamar al 061 e indicárselos para que se active el Código Ictus -un procedimiento de atención hospitalaria-", alerta Mira.

La mayoría de los que sobreviven padecen secuelas de discapacidad en su vida diaria. Aunque tiene mayor incidencia entre personas mayores, no tiene edad ni sexo, por lo que precisa de una atención individualizada y el día a día de cada paciente es diferente. Pueden sufrir problemas de movilidad, comunicación, memoria, visual, sensorial o de control de emociones. Alento demanda "recursos suficientes para atender la demanda". Denuncian además que "no existe una investigación exhaustiva de la incidencia de esta enfermedad en el área sanitaria de Vigo".

La asociación presta atención tanto a las familias como a los pacientes en las diferentes etapas. Una vez superada la atención médica de primera necesidad, inciden en la importancia de la rehabilitación y la readaptación del enfermo a su vida, donde señalan que hay más carencias. Además, recuerdan que en muchos casos estas personas se convierten en pacientes crónicos y que no encuentran el apoyo necesario. "Un ictus es un bofetón para la persona y para la familia", sentencia Mira. "El padre tiene que ser el cuidado, la madre que trabaja fuera tiene que dejarlo para cuidar al padre... se resiente la persona, la familia y la economía".