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Vigo y Puerto, historia de aumento

La historiadora destaca que las necesidades de la zona portuaria influyeron en la belleza y riqueza de la ciudad

María Fernanda Piñero y su presentador, Antón Costa, catedrático de Historia de la Educación. // J. Lores

"Vigo creció y se embelleció debido a la riqueza que proporcionó el puerto y a las necesidades derivadas de su expansión demográfica". Esta fue una de las conclusiones de la conferencia en el Club FARO de María Fernanda Piñero, doctora en Historia y profesora en la Universidad San Pablo CEU de Vigo. La experta analizó el desarrollo económico, social y cultural de Vigo entre 1750 y 1950.

La historiadora subrayó que el desarrollo social y cultural de la ciudad "corre paralelo a su despegue económico. Las oportunidades de negocio, debido principalmente a su extraordinario puerto y a las riquezas extraídas del mismo, permitieron a la población viguesa mayores oportunidades, tanto en el aspecto cultural como en la oferta de ocio y recreativa". Así, destacó, Vigo se constituyó "en el motor industrial de Galicia y en una magnífica urbe que acogió a una gran población atraída por su potencial industrial y su oferta cultural".

La conferenciante fue presentada por Antón Costa, catedrático de Historia de la Educación en la Universidad de Santiago y director de la tesis de María Fernanda Piñero sobre los colegios Cluny y Compañía de María de Vigo. "El liberalismo y las luchas sociales están en los genes de la ciudad, que se convirtió en una nueva frontera", señaló Costa.

Apoyándose en la proyección de fotografías y grabados, la conferenciante realizó un recorrido cronológico que comenzó en los siglos XV, XVI y XVII, cuando Vigo era una pequeña villa marinera y su puerto competía, en posición de inferioridad, con la más importante y cosmopolita Real Villa de Bayona y con el tradicional puerto de A Coruña, donde se realizaba todo el comercio entre Galicia y Francia, Inglaterra, Flandes, Alemania y otros países extranjeros. "Estas localidades gozaban de su condición de villas de realengo, con las ventajas que ello suponía, y sin embargo Vigo y Pontevedra dependían administrativamente del Arzobispado de Santiago", explicó. La situación no cambió hasta 1717, cuando Felipe V dictó una una Real Cédula que habilitó al puerto por primera vez para recibir tráfico de alto bordo, lo que incrementó el comercio con Inglaterra. Además, a partir de 1761 se abrió la veda al tráfico con América.

La historiadora calificó de "trascendental" la inmigración a Galicia de mercaderes e industriales catalanes, atraídos por las posibilidades que ofrecían nuestras costas, fundamentalmente en cuanto a la pesca de sardina. Llegaron tras la Guerra de Sucesión (1701-1713) y fueron imponiendo sus sistemas de apresamiento de sardina -el arrastre, frente al cerco gallego- y de salazón -el prensado catalán, superior al escochado gallego-.

El desarrollo económico provocó la expansión de la ciudad más allá de su muralla. Crecen los barrios del Berbés, Falperra y Salgueiral, aunque fue el Arenal el que más se desarrolló demográficamente, pasando de ser una playa a denominarse popularmente "el barrio de los catalanes".

El "capitalismo pesquero" y el desarrollo económico de la ciudad permitieron que Vigo pase de 17.000 habitantes en 1897 a casi 138.000 en 1950. "En ese periodo, Vigo multiplicó por ocho su población, mientras que Pontevedra capital tan solo la duplicó", subrayó Piñero.

Este segundo desarrollo industrial que experimentó Vigo con la industria de la conserva entre el final del siglo XIX y la primera mitad del XX -añadió- "se pareció mucho a la expansión que había tenido con la salazón, pero con mayor fuerza, y propició la creación de una clase burguesa poderosa, una clase dirigente que promovió bellas edificaciones que reflejaron su posición; así como una clase trabajadora numerosa que hizo necesario construir barrios obreros".

Infraestructuras

María Fernanda Piñero destacó la importancia de las infraestructuras construidas en aquella época, como la carretera de Castilla o Villacastín, que comenzaba en la Puerta del Sol y llegaba hasta Puxeiros; la Colegiata, el Banco de España (luego sede del gobierno militar, del Rectorado y ahora edificio municipal, donde se celebró la conferencia); el nuevo muelle de piedra, el ferrocarril (1878), el relleno de la ría (1880); la Caja de Ahorros y Monte de Piedad (1880) y el llamado popularmente "Cable Inglés" (1873), una empresa que "influyó poderosamente en la cultura y mentalidad de la población burguesa de Vigo", trayendo consigo el ocio y parte de las costumbres británicas.

"Del Plan Palacios solo pervivió la Gran Vía"

  • María Fernanda Piñero dedicó parte de su conferencia al urbanismo de Vigo, que cambió radicalmente debido a la gran expansión industrial y comercial y al consiguiente crecimiento de la ciudad. "Después de la destrucción de sus murallas se hizo necesario un proyecto urbanístico serio que estableciese las pautas indispensables para cubrir las necesidades que exigía la nueva población", señaló. Así, durante el siglo XIX se plantearon seis proyectos, destacando los de Marcoartú (1837), José Mª Pérez (1853) y García Olloqui (1870), que fueron el germen de las principales arterias de la ciudad. "Aún así, todos ellos solo consiguieron urbanizar unas seis hectáreas de superficie", apuntó la historiadora.Con la llegada del ferrocarril en 1878 surgió la necesidad de unir la estación con el centro de la ciudad y con su puerto. Calles como García Barbón, Colón y sus adyacentes se abrieron en ese momento. Se encargó un nuevo proyecto a Manuel Fernández Soler, que se basó, en un principio, en los elaborados por Marcoartú y José Mª Pérez. A finales de siglo se consolidó el Ensanche, trazándose algunas calles como Policarpo Sanz, Príncipe, Urzaiz, Eduardo Iglesias, Velázquez Moreno, La Ronda y Montero Ríos. La historiadora mostró una curiosa fotografía en la que aparece la calle Colón llena de carros de bueyes, encargados de transportar mercancías desde el puerto hasta la estación de tren en Urzaiz.María Fernanda Piñero, que dedicó parte de su alocución a los edificios más emblemáticos de Jenaro de la Fuente y Michel Pacewicz, se refirió al proyecto elaborado en 1932 por el arquitecto porriñés Antonio Palacios, un plan que "suscitó multitud de debates" y que fue abandonado en 1936. "De él solo pervivió la Gran Vía", recordó.

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