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GALLEGOS EN LA CIMA

"Detrás de la pregunta más estúpida puede encontrarse algo revolucionario"

El tudense estudia las neuronas implicadas en la locomoción dentro del prestigioso Karolinska Institutet de Estocolmo

Roberto Leiras, ante el "Aula médica" del campus del Karolinska, donde los Nobel exponen sus trabajos.

Alrededor de 86.000 millones de neuronas integran nuestro sistema nervioso central pero todavía ignoramos cuáles de ellas y de qué forma están implicadas en el control de la locomoción. Desvelar estos circuitos que nos permiten caminar o empezar a correr si perdemos el autobús constituye el reto diario al que se enfrenta el neurocientífico Roberto Leiras (Tui, Pazos de Reis; 1976) en el Karolinska Institutet de Estocolmo, una de las mejores universidades médicas del mundo.

A finales de los 60, se descubrió que la estimulación eléctrica en una región del encéfalo podía hacer que un animal comenzase a caminar, pero los métodos de última generación como la optogenética permiten ir más allá y estimular una población concreta de neuronas en ratones modificados genéticamente.

"Gracias a estas técnicas tan específicas y revolucionarias podemos discernir los circuitos de neuronas implicados y actuar sobre tipos celulares concretos. Aportamos datos novedosos que ayudarán a entender mejor los mecanismos que generan las señales de inicio o parada de la locomoción y los cambios de velocidad. Un sistema que se ve afectado en muchas enfermedades como el parkinson", explica Roberto, que ya fue coautor de un novedoso artículo de 2015 en la revista Cell y en breve volverá a sorprender a la comunidad científica con otra publicación de impacto.

Mejorar la calidad de vida es el fin último de la ciencia básica. "Aunque ese objetivo queda lejos, estos primeros pasos son esenciales para avanzar en el conocimiento. A veces nos acusan de que lo que producimos no genera un valor económico, pero no puedes arreglar un motor si no sabes cómo funcionan las piezas", reivindica.

Roberto inició su carrera investigadora en Vigo tras acabar Biología, después desarrolló su tesis en la facultad compostelana de Medicina y hace dos años fichó por el grupo de Ole Khien, uno de los más destacados en el departamento de Neurociencia del Karolinska. "Investigar aquí me permite interaccionar con científicos que son una referencia mundial. Y no solo con los del instituto sino también de otros países", destaca el tudense, que en febrero visitó en Noruega el laboratorio de May-Britt y Moser, nobeles de Medicina en 2014.

Su plan era continuar en Estocolmo una temporada pero el año que viene se traslada a Copenhague: "Mi jefe es danés y la universidad le ha ofrecido una oferta que no podía rechazar, así que el grupo se dividirá en dos y los postdocs nos vamos con él. Los científicos somos unos trotamundos pero no tenía pensado mudarme tan pronto. Será un nuevo reto".

Rubén asegura que hacerse un hueco en la sociedad sueca es complicado, aunque los investigadores de numerosas nacionalidades que conviven en el Karolinska forman una "gran familia". Sus nuevos vecinos tienen fama de ser más abiertos: "Es lo que asegura mi jefe [risas]. Lo cierto es que todo el mundo dice que son más europeos y menos nórdicos".

Desde su nuevo destino confía en seguir conociendo Europa: "Es muy fácil hacer una escapada de fin de semana. En abril me fui a Berlín a un concierto de Los Suaves. Coincidí en el mismo hotel con ellos. Fue una oportunidad fantástica".

El Karolinska elige cada año al Nobel de Medicina, que finalmente no distinguió en esta edición al valenciano Francisco Martínez Mojica: "Realmente tenía serias posibilidades y yo albergaba ciertas esperanzas, pero creo que no le benefició la batalla por conseguir la patente de la tecnología CRISPR".

Este método que permite modificar el ADN y está llamado a cambiar la investigación biomédica y la medicina en general se pudo desarrollar gracias a la curiosidad del español por las bacterias de unas salinas de Santa Pola y el posterior descubrimiento de que desarrollan su propio sistema inmunitario. Todo un ejemplo, señala Rubén, de la utilidad de la ciencia básica.

"Su caso debe hacernos reflexionar. Detrás de la pregunta más estúpida o irrelevante puede encontrarse algo revolucionario. A Mojica le recortaron la financiación y ahora se estima que la patente tiene un valor de 46.000 millones de dólares. Y otro detalle, las bioquímicas que la desarrollaron [Doudna y Charpentier] recibieron el año pasado el Premio Princesa de Asturias, pero a él no lo tuvieron en cuenta", recuerda.

El jefe de Rubén forma parte de la comisión de los Nobel, pero el tudense duda de que sucumba a un "soborno" con productos de la tierra. "Ese tema ni se toca. Se lleva de forma hermética. Aunque sí hago país y algún Terras Gauda ya he traído al laboratorio", asegura entre risas.

Así que por ahora habrá que seguir esperando al Nobel patrio. Lo cierto es que el ecosistema de I+D es muy diferente en el norte de Europa: "Las condiciones laborales son excelentes, tenemos un sueldo digno, y te sientes valorado. La gente tiene conciencia de que la ciencia es fundamental para el desarrollo del país. En España la gente no tiene esta cultura y por eso los políticos no ponen ni esfuerzo ni interés. No es que los suecos trabajen más, pero aquí puedes ser más eficiente. En España no hay posibilidad de desarrollar el talento y aun así hay gente que sigue sacando petróleo".

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