Luis Caruncho, uno de los más prestigiosos artistas gallegos del siglo XX y cuya obra forma parte del constructivismo de la vanguardia de 1950, falleció ayer en Madrid a los 87 años. La capilla ardiente fue instalada en el tanatorio de La Paz, en Tres Cantos, Madrid. La misa funeral se celebrará a las 17.00 horas de hoy en la capilla del tanatorio, donde posteriormente será incinerado. Sus restos serán trasladados después a A Coruña, según fuentes cercanas a la familia.

La Xunta le concedió en 1998 la Medalla Castelao al considerarle "pintor y escultor de proyección universal", mientras que en 2005 recibió la Medalla de Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid. Su obra está presente en una treintena de museos, centros con los que también mantuvo una intensa relación, ya que fue director del Museo de Arte Contemporáneo de A Coruña desde su fundación en 1995 hasta 2005, año en que decidió abandonar la gestión de la institución.

Pese a que se trasladó a Madrid con su familia cuando aún era muy joven, nunca renegó de sus raíces coruñesas y mantuvo una continua relación con su ciudad, en la que en 1962 diseñó el mural que decoraba la fachada de un popular establecimiento de la calle San Andrés, las galerías María Pita, obra en la que aparecían unas gaviotas que identificaron al edificio durante mucho tiempo. El Ayuntamiento le dedicó en 2011 una exposición retrospectiva de su obra, a cuya inauguración asistió. Su última exposición fue este mismo verano en la Casa da Parra de Santiago, donde algunas de sus obras fueron exhibidas en una muestra sobre los pioneros de la vanguardia abstracta en Galicia.

De personalidad polifacética y vitalista, aunque sufrió en los últimos cinco años un deterioro doloroso y progresivo de su salud, no dejó de asistir, en silla de ruedas y acompañado por su inseparable Tatiana, su segunda esposa, a las exposiciones de artistas amigos.

Fiel a la poética constructivista durante más de cincuenta años, explicó en su día que la geometría no era el fin en sus obras: "Hay geómetras más rigurosos que yo, que son decididamente más fríos, en mis obras palpita más la vida".

"La pintura de Luis Caruncho -escribió Camilo José Cela- se alimenta de ciencia y magia a partes iguales, o sea de tradición y un fuego niño, devastador y recién estrenado. A Giotto, cuando adivinó la perspectiva, no le bailó el alma con mayor esmero, ni con piruetas más descomunales y peligrosas", precisó el Nobel, con quien mantuvo una relación de amistad que le llevó a realizar el proyecto de su fundación en Iria Flavia.

En sus cuadros se puede descubrir una innata pasión por el juego con las formas geométricas -líneas, círculos, triángulos o cuadrados-, que se alían con el color en variaciones interminables, en un movimiento armonioso y musical hacia el "cuadro infinito", símbolo del hombre, como ser que ansía el infinito. "El cuadro infinito es uno de los grandes retos para un artista abstracto, resultado de una búsqueda, aunque muchas veces lo que se hace es encontrar", explicaba el pintor.

También ansiaba el "cuadro que casi no tuviese signos", aunque esto último, decía, ya lo habían hecho los suprematistas del ruso Malevich (1878-1935), que sorprendió con su Cuadrado Negro y su Círculo Negro (1915). El negro fue también uno de sus colores, junto al blanco y el azul, en sus grandes cuadros monocromos. Y en otros también el rojo más rojo, el amarillo puro, el azul, el blanco y el negro; o solo blancos y negros.

Pintor, escultor y grabador, escenógrafo, galerista -fundó en Madrid la Sala Kandinsky-, crítico de arte y autor de varios estudios, fue también gestor cultural, ya que dirigió el Centro Conde Duque de Madrid con notable éxito desde su creación en 1981.

En Madrid, adonde se trasladó con su familia en 1940, estudió Arquitectura Técnica atraído por el diseño y la construcción, aunque también cursó Artes Aplicadas y viajó por países europeos y americanos para completar su formación y satisfacer su curiosidad.

Compañero de los artistas de la generación del 50, como Rafael Canogar o Manuel Rivera, a principios de 1970 formó parte del Grupo de Constructivistas Españoles y en 1987 fundó el grupo Ruedo Ibérico con los pintores José Caballero y Álvaro Delgado.

Al constructivismo llegó desde el neocubismo de sus primeros años, después de una formación heterodoxa en la Escuela de Artes y Oficios, el Museo de Reproducciones Artísticas, las clases del Círculo de Bellas Artes y el taller del pintor Daniel Vázquez Díaz, al que consideraba su verdadero maestro.

Cursó Historia del Arte en la Universidad de Aix-en-Provence (Francia). Desde principios de los años 70 expuso de forma regular, primero en muestras colectivas de la nueva vanguardia española y en la Bienales de Valparaíso, Alejandría y Sao Paulo. El gobierno croata le concedió el título honorario de Reconstructor de Dubrovnik.

Su versatilidad le llevó a dedicarse también a la escenografía, ya que fue el diseñador de los espacios escénicos para El Amor Brujo y La Celestina del Ballet España, con música, así como para Caín y Abel, del Ballet del Teatro Lírico Nacional bajo la dirección de Maya Plisetskaya. A pesar de su rechazo a la participación en concursos artísticos, recibió la Medalla del Círculo de Bellas Artes, el primer premio L'Oréal, el del Congreso Nacional de Libreros, el primer premio de la Bienal de Barcelona, el primer premio de pintura BMW y el de Pintura Cultura Viva.