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Codirector del Centro para la Ciudadanía de la Universidad de Maastricht

Maarten P. Vink: "España debería hacer como Canadá y ver una oportunidad en los inmigrantes"

"Los refugiados prefieren ir a los países del norte de Europa porque la potencia económica es un atractivo y España además pone muchas dificultades"

Maarten P. Vink . / FdV

Maarten P. Vink es profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Maastricht, donde también es el codirector del Centro para la Ciudadanía, Migraciones y Desarrollo. Un cargo que compagina con el de codirector del Observatorio de la Democracia de la UE sobre la ciudadanía del Centro de Robert Schuman de Estudios Avanzados del Instituto Universitario Europeo.

-Crece la desafección hacia la UE en todos los estados miembro.

-Y son muchas las personas que creen en ella. Hay entre 15 y 20 millones de ciudadanos que viven en estados de la Unión Europea en los que no han nacido.

-Pero en la UE hay 500 millones de ciudadanos.

-Es cierto. Pero el proyecto europeo es muy beneficioso para la gente que se mueve.

-¿Y para el resto?

-La UE tiene muchas políticas y derechos para todos sus ciudadanos, los que se mueven y los que no. Hablamos por ejemplo de la moneda única, o del roaming (cuota telefónica internacional), que hace sólo unos años era carísima.

-Pero los ciudadanos no perciben que sirva para resolver sus problemas.

-Estoy de acuerdo con esa sensación, pero el proyecto europeo comenzó para eliminar las barreras y poder moverse libremente entre países, hacer negocios, viajar... Y eso beneficia a todo el mundo porque ayuda a la economía. Mantener las antiguas barreras, las fronteras, tendría efectos económicos muy negativos hoy en día. La idea de la colaboración es fomentar el bien común, aunque es comprensible que el que busca trabajo esté frustrado y no vea los beneficios.

-¿La UE debería de ser un "superestado"?

-El proyecto de la Unión Europea es muy complejo y nunca se pensó en crear un "superestado". Por eso cada país preserva su soberanía nacional, lo que conlleva que se planteen muchos retos. Las decisiones se deben de tomar por unanimidad, no se pueden imponer, y eso es una dificultad añadida.

-¿Ese es el gran problema para resolver la crisis migratoria?

-Exacto. La política común migratoria debe armonizar las reglas existentes en cada estado miembro. Alemania, los Países Bajos, y Suecia, por ejemplo, tienen una política muy beneficiosa para los refugiados, y en ese sentido es mucho mejor el respeto a las reglas de cada país porque si fuera común, probablemente esas políticas serían mucho más restrictivas, perjudicando a los refugiados.

-¿Cuál es su opinión sobre el papel de España en esta crisis?

-A España son pocos los que quieren venir, como al resto de países del sur de Europa. Prefieren ir al norte, porque la potencia económica de un Estado puede ser un atractivo. España recibió a muchos emigrantes a principios de la década del año 2000 por el boom de la construcción. Pero con la crisis se ha reducido ese poder de atracción. Además, en este país hay mucha cultura de trabajar "en negro", y a los inmigrantes se les exige el máximo de 10 años de residencia legal para concederles la ciudadanía española. Si trabajas "en negro" es muy difícil cumplir con el resto de condiciones. Con tantas dificultades es muy complicado atraer a nadie.

-¿Cree que un país tan envejecido como España debería cambiar esas condiciones que impone a los inmigrantes?

-Hay muchas personas que reconocen que los inmigrantes son necesarios y pueden ser una solución para abordar el reto poblacional. Sería muy beneficioso adoptar una política proactiva como hace Canadá: selecciona a los emigrantes en función de su formación o capacitación profesional y que les permite entrar de manera legal en su país a trabajar. Sin embargo, aquí no se ve ese aspecto positivo.

-En su opinión, ¿qué papel está jugando Alemania en esta crisis?

-Ha cogido una responsabilidad impresionante, porque es el país que más refugiados ha acogido, más de un millón en un año. Eso requiere una enorme flexibilidad administrativa y una muy buena voluntad de los ciudadanos.

-Pero se le ha visto a veces una actitud titubeante.

-No lo creo. El gobierno alemán está empezando a sufrir las consecuencias de tanta generosidad. Una parte de la población no está de acuerdo, pero también hay muchísimas personas que voluntariamente están ayudando a los refugiados. La mayoría del escepticismo proviene de los lánder de la antigua Alemania del Este, que son también los que menos refugiados han acogido. Es contradictorio, pero es así. Muchas veces los migrantes de otros territorios son más críticos a abrir las puertas, quizás por interés propio.

-¿No mostró la canciller Angela Merkel cierta indecisión?

-Merkel no estuvo indecisa, lo que pasa es que buscaba liderar políticamente Europa pero al mismo tiempo se veía obligada a tener en cuenta la preocupación de su población. Es una verdadera líder europeísta, pero la situación actual es enormemente compleja.

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