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Entrevista

Juan José Millás: "Intelectualmente estoy más activo que hace 20 años"

"Para la gente de mi edad esta atmósfera general, que no es una crisis sino una planificación, es un final de fiesta terrible"

El escritor Juan José Millás, mirando por la ventana de la cocina de su casa de veraneo. / Laura Caraduje

-¿Cómo está usted?

-Desde la última visita y en términos generales me encuentro bien, doctor. Si descendemos a los detalles, hay un ligero estado de ansiedad latente, que tiene picos al amanecer y al anochecer. El de la noche la combato con Orfidal de un miligramo.

-¿Llega a ser paralizante?

-Hace mucho que no. La ansiedad me constituye y me va bien. Ahora tiene que ver con un sentimiento de dispersión. Vine con una buena biblioteca de prehistoria y se me cruza la biografía de Hernán Cortés, de Madariaga, y mientras preparo una conferencia pienso que debería estar escribiendo la novela que tengo en la cabeza. La dispersión tiene de bueno que descubres cosas que tienen que ver con lo que estás trabajando en otras aparentemente muy alejadas. En cuanto a la digestión, no tengo síntomas que indiquen la conveniencia de una nueva colonoscopia. Si preveo un exceso de comida o bebida tomo Omeprazol en ayunas. Procuro caminar todos los días, casi al borde de la carrera, aquí hasta tres horas entre mañana y tarde.

El escritor Juan José Millás (Valencia, 1946), columnista de FARO, Promociona su última novela, "Desde la sombra", que le llevará pronto a América.

-¿De otra manera, bien?

-Bien es imposible porque la frontera entre la realidad y uno es muy porosa. Mi parcela individual está bien, pero todo eso está contaminado de esta atmósfera general tremenda, que se empieza a percibir no como una crisis sino como una planificación. Para la gente de mi edad es un final de fiesta terrible. Nunca pensamos que la realidad estuviera acabada, pero habíamos alcanzado grados de bienestar que creíamos sin retroceso. Vamos a relaciones laborales inimaginables sin una respuesta por parte de una sociedad que está asustada o resignada. Me sorprende la falta de presencia del sindicalismo cuando más falta está haciendo en la pequeña empresa, donde contratan a alguien por cuatro horas y le hacen trabajar doce. Ése es el futuro de hijos y nietos.

-Usted vivió malas épocas.

-Venimos de sitios espantosos, pero teníamos la idea de que saldríamos de allí y luchamos para salir. Era inconcebible que nos fuera a ir peor que a nuestros padres. Íbamos a mejorar en lo económico y en las conquistas sociales y culturales. Entonces la cultura era, como se dice ahora, un bien aspiracional. Ya no. Entre los cinco individuos que han violado a una chica en Pamplona hay un guardia civil, un militar y un pensador, diría de broma por el que llevaba tatuado en el muslo "la fuerza del lobo es la manada". Es terrorífico. Antes, la gente inculta vivía la incultura como una vergüenza y ahora vemos en televisión manifestaciones de orgullo analfabeto. Vamos a una sociedad más embrutecida: ¿cómo se puede prohibir estudiar Filosofía, asignaturas que dan cosmovisión y producen libertad?

-¿Como se siente a los 70?

-"En la madurez hay misterio, hay confusión" abre los diarios de John Cheever. Esa frase podría iniciar el diario de un adolescente. Es una edad llena de contradicciones, sobre todo ahora. Hace treinta años un hombre de 70 era viejo; ahora, si está sano, tiene capacidades que funcionan mejor que a los 40. El cuerpo pone limitaciones pero despacio y ves qué te conviene y qué no. Hoy salí de la ducha sintiéndome como un chico, pero sé que cuando mi nieta me pida que la suba a la encimera de la cocina tengo que llevar cuidado o me dolerán las lumbares. Intelectualmente, estoy más activo que hace veinte años.

-¿Sí?

-Trabajo más y se atenúa la ambivalencia que se tiene de más joven hacia la escritura. Hasta los 50 años la escritura era lo más deseado y lo más temido a la vez y las coartadas para no escribir eran tremendas. Después, uno se hace más tolerante consigo mismo, acepta más sus limitaciones y baja el nivel de exigencia.

-¿Fue coñazo consigo mismo para no escribir?

-Era una tortura permanente. ¡Vaya!, tengo migraña del ojo izquierdo. ¡Vaya!, he dejado de fumar y si escribo me apetecerá. ¡Vaya!, tengo que visitar a un amigo enfermo. Ahora me siento mejor porque el 80 por ciento de la escritura es placer.

-¿Se parece al escritor que imaginaba que sería?

-En parte, sí. Me gustaba mucho el pensamiento paradójico como lector, pero como escritor reprimí esa capacidad del pensamiento paradójico y de la ironía porque entonces había que ser escritor con barba. A partir de "El desorden de tu nombre" avancé mucho y soy algo de lo que quise ser en literatura y periodismo.

-¿Se imaginaba periodista?

-En mi adolescencia leía a Manuel Alcántara, tan ingenioso, en "Ya" y mi formulación era que a lo más que se podía aspirar en la vida era a escribir en la última página de un periódico. Llegué tarde al periodismo por el placer que me proporcionaba la idea de escribir en la prensa. Las cosas que te gustan tanto te dan pánico.

-¿Le gustan los niños?

-No sé, pero me enrollo mucho con ellos por su capacidad para delirar. Dices una frase delirante y te siguen perfectamente durante media hora.

-Por cierto, ¿qué tal concilió la escritura y la vida familiar?

-Bien. Soy muy disciplinado. No soy un escritor de "papá está escribiendo, no hay que hacer ningún ruido". En esta casa no está nada mitificada la escritura.

-¿Toma gin-tonic de tarde?

-A fuerza de decir que lo tomo he empezado a tomarlo. Procuro que no sea todos los días y que haya un momento festivo.

-¿Tiene más ganas de reír?

-En la medida en que han bajado las ganas de reír han aumentado las de sonreír. El humor en mis textos no es buscado, es un efecto colateral, como cuando los norteamericanos bombardean una base enemiga pero se cargan el hospital infantil de al lado.

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