César Cristino González García, a quien sus familiares y amigos llaman Cristino, tiene miedo al agua desde niño. Sin embargo, este asturiano afincado en Vigo desde hace cuarenta años, atesora casi 5.000 fotografías sobre el marisqueo en las playas de Cangas, Moaña, Carril, Combarro, Arcade, Cesante, Cambados, Baiona, A Ramallosa, Lourizán, O Grove, A Toxa, e Illa de Arousa, y sobre la actividad de los percibieres, en Santa María de Oia, y la del erizo y la navaja en arenales vigueses. Ahora, 72 de estas imágenes forman parte de la exposición "Amor de mar" que inaugurará el próximo día 8 en la Estación Marítima y que exhibe también los 24 óleos de gran formato -su tamaño medio es de 1,20 x 100 centímetros-, pintados a partir de estas fotografías. "La idea para realizar esta serie íntegramente dedicada al marisqueo fue de mi profesor, el pintor Mingos Teixeira", explica el artista.

Cristino González descubrió, primero la pintura y luego la fotografía, por casualidad, cuando se planteó buscar una actividad que le sirviera para aliviar el síndrome de ansiedad que padece como cuidador de una persona dependiente y es que detrás de los vivos colores que salen de su paleta late una historia de superación y de lucha.

Cristino González tuvo que pedir la jubilación anticipada hace ocho años para poder atender a Estrella, su mujer, enferma de esclerosis múltiple desde los 34 años y que en los últimos años también ha sufrido en cuatro ocasiones el ataque del cáncer, para el que ahora está en tratamiento de quimioterapia. Su hijo Alfonso, de 36 años, lleva cuatro años en lista de espera para un trasplante de riñón y necesita diálisis, que se realiza él mismo en casa (diálisis peritoneal). Y si esto no fuera suficiente su hija, Estrella, de 34, se quedó en paro hace tres años.

Cristino González confiesa que si es capaz de superar esta complicada situación que le ha tocado vivir es gracias a su personalidad positiva y a que encontró una vocación, el arte, cuando más necesitaba una vía de escape. La pintura y la fotografía no solo se han convertido en su pasión, sino que le han hecho "ser mejor persona", afirma. "Para mí son dos extraordinarias vocaciones porque me han ayudado a ser mejor persona, a ganar en capacidad de comprensión y han cambiado por completo mi concepto de ayuda. Y esto porque me han permitido conocer a gente extraordinaria marisqueando en nuestras playas", afirma.

Aunque el trabajo de Cristino González tiene como límite las playas de Pontevedra, este pretende ser un homenaje al "marisqueo a pé e a flote" que se practica en toda Galicia. "La playa a la que más lejos he ido ha sido la de Carril. Ir más lejos supondría abandonar a mi familia", explica. Allí en Carril vivió uno de los momentos más angustiosos y midió sus fuerzas no solo con el mar, sino también con su miedo al agua. En un día de noviembre ventoso y lluvioso, en el que la marea se resistía a bajar, las mariscadoras decidieron caminar hasta la isla de Cortegada y marisquear con en angazo hasta que bajara la marea. "Yo, que no me muevo con su misma agilidad en el agua, comencé a quedarme atrás y decidí regresar, pero no veía la orilla y me entró el pánico. Unas marisqueadoras jóvenes me cogieron en volandas y me ayudaron a seguir, pero pisé mal y caí hacia atrás, aunque no me pasó nada", relata. Sin embargo, su cámara no sobrevivió al incidente. "Tuve que comprarme otra y luego mi hijo me regaló el objetivo que uso ahora", agrega el artista, que a pesar de este miedo, dedicará su segunda serie al mar.

Cristino González siempre buscaba las horas de madrugada para poder fotografiar a las mariscadoras. Salía de casa a las cinco y media o seis de la mañana para poder estar pronto de vuelta en Vigo. "Mi mujer lleva cuatro años encamada. Necesita mi ayuda", afirma.