Los romanos sumaron A Limia a su mapa de conquistas derribando el mito del olvido. Así se franqueó el acceso, desde allí, a más dominios de la bella Gallaecia. La superstición sobre el efecto desmemoria del río Lethes cayó para siempre gracias a los arrestos del general Décimo Junio Bruto. Cruzó el primero el cauce que su legión creía traicionero y llamó a cada soldado por su nombre para hacerles ver que no había más que leyenda sumergida en las aguas del, hoy, río Limia.

Con esta recreación histórica, acontecida en torno al 137 antes de Cristo, la decimosexta Festa do Esquecemento puso el broche ayer a tres días repletos de diversas representaciones de la cultura romana y de los castros, además de pasacalles, música y gastronomía. Cuatrocientos enemigos íntimos en aquel capítulo de la historia convivieron fraternalmente durante tres días en el campamento establecido en la Alameda do Toural. La recreación está organizada por la asociación cultural Civitas Limicorum, para mantener la memoria de unos hechos de la época de la romanización.

Las actividades del último día de O Esquecemento se sucedieron desde por la mañana. El plato fuerte llegó en sesión de tarde. A las 17.30 empezó la llegada de las tropas de Décimo Junio Bruto al río Lethes. Media hora más tarde comenzó la escenificación del cruce del Lethes seguido de la gran batalla entre los romanos y castreños.

El general empuñó decidido el estandarte de las águilas de Roma y llegó a la otra orilla. Después demostró a sus hombres que la superstición del olvido era solo una falacia. El imperio triunfó a 30 grados al sol. Como en cada edición, Mai Calaech, la diosa madre que dio origen a Galicia, o Quinto Genicius, jefe del consejo romano que pudo legar el topónimo de Xinzo, convivieron con el nativo Antioco, jefe de los Límicos. La lucha a muerte de los conquistadores y los castreños dejó paso a la incineración del caudillo local Beltaine entre la amargura de los derrotados

Aquel Lethes con fama de borrar los recuerdos a todo el que se aventurara es en la actualidad, por la falta de cuidado y la sobreexplotación agrícola, uno de los ríos más contaminados de Ourense.

La fiesta siguió tras la contienda sin derrota real, ni sangre, ni bajas, por mucho que la lucha a muerte de los conquistadores y los castrexos dejó paso a la incineración del caudillo local Beltaine entre la amargura de los derrotados. A las 19.30, las tropas de ambos bandos recorrieron la localidad en el gran desfile. Miles de personas disfrutaron de los tres días de historia revivida en Xinzo.