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El pesticida que aniquila a las abejas

Un estudio revela que los plaguicidas derivados de la nicotina, de los más empleados del mundo, multiplica por tres la mortandad de los insectos - Su uso es habitual en Galicia

Una abeja recolecta polen. // Efe

Muchos son los informes que alertan de la disminución de la población de las abejas en el mundo. La alerta se ha centrado especialmente en las doméstica (apis mellifera), pero por primera vez se ha llevado a cabo un macroestudio sobre las abejas silvestres y el efecto que los pesticidas tienen sobre ellas. Los datos son incontestables: las poblaciones desaparecen tres veces más rápido al estar expuestas a neonicotinoides, un plaguicida derivado de la nicotina.

La investigación, llevada a cabo en Inglaterra durante 18 años, ha vigilado a 62 especies de abejas. Ha puesto en el punto de mira a este plaguicida en concreto ya que es uno de los más utilizados del mundo para todo tipo de cultivos y su uso está en entre dicho. De hecho, la Unión Europea lo restringió en 2013 -con voto a favor de España- y este año debe revisar esa moratoria. Hasta ahora, solo se había demostrado sus efectos a corto plazo, la muerte de las abejas tras el contacto; sin embargo, el estudio realizado por un grupo de científicos del Centro para la Ecología e Hidrología de Wallingford, en el Reino Unido, revela su potencia real.

Los agricultores no necesitaban un informe para corroborar lo que llevan años observando con sus propios ojos. Jesús Asorey, secretario de la Asociación Gallega de Apicultores, cuenta que desde la entrada en Galicia de los neonicotinoides (1994) han visto como los nidos van desapareciendo: "Las abejas salen de la colmena, se contaminan y después pierden el sentido de la orientación, así que no saben volver a casa y así la colmena queda vacía". En este caso, el de las abejas domésticas, los apicultores intentan reponer ellos mismos la falta de población, pero las silvestres simplemente mueren. "Si llegan a la colmena, la contaminan entera y en las reinas produce infertilidad, suponen un desastre tremendo para el medio ambiente y la agricultura", lamenta Asorey.

El experto explica además el poder residual de este veneno: "Se queda en la planta, pasa incluso a la tierra, y de ahí al consumidor, con lo que también supone un riesgo para la salud de las personas". Otra de sus cualidades es su alta concentración y su capacidad de disolución en agua. "Hace falta una gota muy pequeña para matar a muchas, si cae en un río, está demostrado que puede matar a abejas a varios kilómetros de distancia", afirma.

La misma revista que divulga estos resultado, la prestigiosa Nature, publicó también hace un año un doble estudio -uno realizado en laboratorio y otro en el campo- que demostraba que los pesticidas provocan una adición similar a la de la nicotina en los humanos: de entre néctar sin plaguicida y con, los insectos preferían el contaminado.

La nueva investigación se ha centrado en los campos de colza, un tipo de sembrado que se ha cuadruplicado en España desde 2010 y que el año pasado creció un 59% más en hectáreas que en 2014. Aunque la expansión de este monocultivo podría llegar a ser beneficiosa para las abejas, el uso de pesticidas corta esta posibilidad.

En Galicia el uso de los neonicotinoides fue masivo en huertas, frutales y en cultivos de extensión, como los girasoles o el maíz forrajero. A pesar de la restricción de la Unión Europea, todavía se puede emplear en estas semillas, con el consiguiente peligro. "Se utiliza también en cereales de invierno, por lo que la moratoria es un parche que no soluciona nada", asevera Asorey.

La merma de colmenas en Galicia se estima de entre un 30 a un 40% desde la llegada de estos pesticidas. Estos datos solo pertenecen a a las abejas domésticas, ya que no hay números sobre las silvestres, de las cuales existen unas 20.000 especies. En países como Francia, uno de los más comprometido de Europa con esta causa, es responsable de la muerte de 300.000 colonias al año. El pasado junio, la Asamblea Nacional francesa aprobó una ley medioambiental en la que otorga un plazo de dos años -aunque existe la posibilidad de que sea pospuesta hasta 2020- para acabar con estos pesticidas. La ministra de Ecología, Ségolène Royal, declaró que había que "fijar perspectivas claras para que la industria invierta en productos de sustitución". Sin embargo, las grandes productoras de pesticidas niegan las consecuencias catastróficas de sus productos. Es el caso de la multinacional Bayer, quien, a pesar de tener un centro de estudio dedicado a las abejas, aseguró hace dos años estar "convencida de que los neonicotinoides son seguros para las abejas cuando se utilizan de manera responsable y correcta". En cambio aseguró estar preocupada por "la capacidad de los agricultores de combatir plagas destructivas" con el descenso en el uso de pesticidas.

Los ecologistas y apicultores rechazan estas declaraciones. Asorey reclama que "no haya paños calientes" en las leyes europeas y se prohiban por completo los pesticidas, "ya que no solo afecta a la polinización, sino también a la salud de las personas".

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