Dos motos, más de ocho mil euros recaudados con conciencia y la firme intención de ser útiles en la sociedad. Estas son las claves del periplo que ha llevado hasta la pequeña población griega de Vasilika, cercana a la ciudad de Tessalònica, a dos jóvenes vigueses, Carlos Lameiro y Francisco de la Cruz, amigos desde la infancia, que decidieron invertir sus vacaciones en ayudar a las personas refugiadas en el país europeo que se vieron obligadas a huir de sus casas en Siria.

Lameiro prepara las oposiciones para ser bombero y De la Cruz estudia Farmacia en Madrid. Ambos son moteros y decidieron que el viaje de este verano tendría una finalidad más importante: colaborar de alguna forma con esas personas que llevan ya varios meses viendo en campos de refugiados, muchos de ellos ya campos de detención. El proyecto "En moto por el refugiado" comenzó una noche que Lameiro no podía dormir. "Es increíble que ahora estemos aquí, hace dos meses no me lo habría creído", afirma. "Tuve la idea y mucha gente me apoyó desde el principio. Además de nosotros y nuestras familias, también amigos como Alejandro Araújo y Gonzalo Coello son los pilares de todo esto".

Una concentración motera de Castrelos a Baiona y una jornada de surf en la playa de Patos, entre otras actividades, contribuyeron a recaudar los ocho mil euros con los que estos dos vigueses pusieron rumbo a Grecia el pasado 20 de julio. "Tenía claro que no quería darle el dinero a una ONG grande, buscaba un proyecto pequeño de gente implicada y por eso decidí contactar con Proemaid -un equipo español de profesionales de las emergencias que ayuda como voluntarios a los refugiados que llegan a la isla de Lesbos-", explica Lameiro.

Los vigueses llegaron el día 4 de agosto a Grecia tras una travesía que les llevó en moto hasta Barcelona, en ferry a Italia y finalmente otra vez sobre dos ruedas hasta las tierras griegas. "Estando aquí todo el día piensas que esto es una injusticia, ahora mismo hay mucha gente que psicológicamente está en una situación límite y también se van generando problemas entre ellos. Vinieron aquí con la esperanza de mejorar y eso no ocurre. A veces los miro y pienso que estoy de camping con ellos, no te puedes cargar todo el peso de culpa porque estén así, hay que sacar ganas para ayudar en lo que sea", asevera Lameiro.

Como el grupo de Proemaid se volvía a España pocos días después, decidieron buscar sobre el terreno una alternativa para ayudar y encontraron el proyecto Eko, un centro donde los refugiados del campo militar de Vasilika puedan pasar el día para huir de las tiendas de campaña y sus penosas condiciones. "Aquí vienen a despejarse un poco, por lo que nos han contado llevan muchos meses en condiciones muy malas. Colaboramos en todo lo que podemos, estamos muy contentos con todo el trabajo que estamos haciendo aquí. Somos bastante manitas, desmontamos nuestras motos, y nos acoplamos al grupo de construcción. Estamos construyendo una caseta para que haga de espacio de juegos y el resto del tiempo jugamos con los niños", cuenta Lameiro mientras una veintena de niños refugiados le sigue hacia el espacio que han delimitado como campo de fútbol.

En el campo de Vasilika hay mil doscientos refugiados y un 40% son niños. "La verdad es que solo veo niños, son unos terremotos. Acabas agotado pero son muy cariñosos, te dan las gracias por todo. Para ellos los españoles son como dioses, les han comprado camas elásticas, casitas de juguete, les dan clases de inglés... les hacen el día mucho más fácil y al estar ellos ocupados los padres también pueden relajarse", asegura. En principio, emprenderán la vuelta el próximo sábado.