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Una siesta de romanos

Descansar después de comer favorece la concentración y mejora la capacidad de resolución de problemas, además puede disminuir la presión arterial

Una siesta de romanos

El hombre primitivo dormía varias veces al día. En el Imperio Romano ya se dormía la siesta. De hecho, la palabra proviene del Latín sexta, en referencia a las sexta hora, tiempo que equivalía al mediodía. La mayoría de animales duerme cuando tiene sueño. En realidad, no hay ninguna norma que indique que los seres humanos tengamos que dormir todas las horas juntas en un bloque nocturno.

Por mucha polémica que suscite esta costumbre de descansar después de comer -parte esencial de la cultura mediterránea-, universidades de todo el mundo publican con frecuencia estudios sobre los posibles beneficios de la siesta. Pero los únicos beneficios de echarse la siesta que se pueden demostrar son el aumento de la capacidad de atención y el de resolución de problemas.

Muchos estudios señalan que la siesta reduce el estrés cardiaco y disminuye la presión arterial. "Podríamos pensar que si disminuye la presión arterial, que es un factor de riesgo, tiene un beneficio cardiovascular pero no se ha demostrado. Podría ocurrir que el mecanismo por el que baja la tensión arterial es un mecanismo por el que está aumentado otro factor de riesgo que contrarresta ese beneficio e incluso puede acabar siendo perjudicial", explica Juan Carlos Arias, jefe del servicio de cardiología de Povisa en Vigo.

Se han hecho varios estudios epidemiológicos en cuanto a la siesta y las enfermedades cardiovasculares que vienen a coincidir en que dormir la siesta parece que produce un beneficio cardiovascular. Pero, como destaca el doctor Arias, también hay estudios que apuntan a que aumenta la posibilidad de sufrir una muerte súbita o un infarto, aunque son los menos. "Pienso que genera un ligero beneficio pero hay cuatro factores de riesgo cardiovascular que sí son clarísimos y de los que no deberíamos desviar la atención: tabaco y colesterol, hipertensión y diabetes", asegura este cardiólogo.

El ritmo de vida actual es, en muchas ocasiones, incompatible con este descanso pero todo el mundo nota un bajón por cansancio en la mitad del día. La somnolencia que tenemos tras el almuerzo se explica fundamentalmente por cambios en el PH de la sangre que se producen por lo que se llama la marea alcalina después de la digestión. "Parece ser que no solo es eso", apunta Arias, "sino que desde el punto de vista cronobiológico deberíamos descansar un poco en la mitad del día porque, aunque tenemos un ritmo circadiano que hace que la mayor parte del descanso tenga que ser todo en un bloque por la noche, probablemente al ser humano le viene bien descansar unas ocho horas después de despertarse del sueño reparador de la noche".

Pero, ¿cuánto debe de durar la siesta? No hay un periodo de tiempo establecido como bueno o malo y, además, depende mucho de la persona. La siesta ideal estaría entre los cinco y los veinticinco minutos. En 2011, la Agencia Espacial Norteamericana (NASA) estableció que una siesta modélica debía durar veintiséis minutos. Un tiempo que corroboraron dos años más tarde la Escuela Médica de Harvard y la Clínica Mayo que, tras una investigación, apuntaron que la siesta debe durar entre veinte y treinta minutos.

Si la siesta se prolonga y se cumple un ciclo completo de sueño luego cuesta mucho despertarse, aparece lo que llamamos modorra y, por otra parte, se interfiere demasiado en el sueño nocturno. A algunas personas les sienta mal, puede incluso provocar cefaleas, y una de las causas de esto puede ser la excesiva duración del descanso.

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