Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

hablando en serie

"Lucifer", diabluras para pasar el rato

El diablo se coge unas vacaciones y pasa a investigar crímenes en una serie tan banal como entretenida

El actor Tom Ellis es el diablo en "Lucifer". // FdV

¿Te imaginas que alguien se atreva a escribir un guión en el que el mismísimo demonio se pasa un capítulo entero buscando a los canallas que le robaron sus alas de ángel caído en desgracia ante su "Papá"? Pues delirios así son los que aparecen en Lucifer, una de las propuestas más absurdas de los últimos tiempos, a veces ridícula y a veces brillante pero siempre, o casi, endemoniadamente divertida. No todo van a ser The wire, Los Soprano y Borgen. De vez en cuando hay que desconectar de lo exquisito para poner las neuronas a remojo con series que no pretenden más que entretener con modestia y las ideas bien claras. Por algo detrás del invento está Jerry Bruckheimer, ya saben, el de Top gun, Superdetective en Hollywood, Piratas del Caribe y un largo etcétera de taquillazos.

Lo primero que funciona es la pareja protagonista. Tom Ellis (hay quien lo considera un buen candidato para James Bond) es un guaperas que asume la responsabilidad de darle a su personaje un toque burlón imprescindible para que la función no se vaya al diablo. Pero cuando se pone serio tiene recursos suficientes para que el cambio sea creíble (hay una escena en la que le canta las cuarenta al mismísimo Dios "Papá" desde una terraza que es de lo mejor de la serie) y cuando va de galán no resulta cargante. Y como está muy bien secundado por una estupenda Lauren German como la detective Chloe Decker (divorciada, con una hija, un erizo con los hombres pero...) la tópica tensión sexual que estamos hasta el gorro de ver tiene su gracia, aunque no nos ahorren ni la consabida escena en la que ella se despierta desnuda y con resaca en la cama de él y no sabe si hubo tomate o no. Los secundarios también son eficaces (sobre todo el hermano de Lucifer, que intenta llevarlo de vuelta al infierno) y el envoltorio visual tiene la funcionalidad habitual de las series americanas, brillando más en algunos capítulos que en otros (el último, por ejemplo, tiene ideas de puesta en escena muy interesantes).

Dicho lo cual, hay que matizar que tras el entretenimiento no hay nada realmente memorable. Quiero decir que es agradable de ver Lucifer, pero si te saltas capítulos no pasa nada porque no deja de ser una mezcla del género procedimental más típico (tirando unas veces de acción y otras de pesquisas puras y duras) aliñado con ese quiebro argumental del diablo que pone los pies en la tierra (y que dio películas tan estimulantes como Las brujas de Eastwick y Pactar con el diablo -no incluyo El corazón del ángel porque como todo el cine de Alan Parker ha envejecido fatal-). Al final, lo más seductor de Lucifer (aquí propietario de un club nocturno de lo más "cool") no es la parte de intriga ni las demostraciones de fuerza del señor del infierno (con ojos rojos o careto monstruoso cuando necesita poner a alguien contra las cuerdas), sino sus tira y afloja con la chica, sus dilemas como demonio atormentado por sus malas relaciones con su padre y sus contradicciones de demonio que hace el bien. Habrá segunda temporada, y la palabra final que suena en el último capítulo la hace muy apetecible.

Compartir el artículo

stats