La superioridad británica con el radar fue clave para que el Reino Unido resistiese a los ataques alemanes en la batalla de Inglaterra. Sin embargo, Londres atribuyó la mayor eficacia de sus pilotos a una mejor visión nocturna, que, aseguraron, provenía del consumo de zanahorias. La explicación tuvo éxito y no sólo los pilotos germanos se convirtieron en devoradores de raíces naranjas sino que los propios isleños incrementaron el consumo de una hortaliza, que, junto a la patata, desempeñó un papel central en el giro alimentario obligado por el bloqueo alemán.

Esta curiosa historia, que explica en parte el obsesivo "come zanahorias, que son buenas para la vista", es sólo una de la treintena larga que alberga ¿Quién robó el cerebro de JFK? Un entretenido volumen en el que el neurocientífico José Ramón Alonso, de exitosa carrera divulgadora, ejemplifica los impulsos que las guerras han generado en el saber científico. Alonso viaja desde los guerreros de Maratón a los experimentos de la CIA con LSD para explicar las conexiones científicas de estos episodios y, al fin, concluir que el cerebro, esa masa globosa de poco más de un kilo, es la más mortífera de las armas.