El Lama de Ventoselo. // A. Chao

Hace una década posiblemente los vecinos del municipio ourensano de San Amaro no sabían apenas nada sobre el budismo. Es más, ni en la provincia conocerían muy de cerca de que iba todo eso. Sí, habrían escuchado hablar de los monjes tibetanos, del Dalái Lama o del karma, pero no habrían tenido muchas oportunidades de descubrir de primera mano su estilo de vida y los principios de esta religión. Y seguro que ni si imaginaban que en unos años la aldea de Ventoselo, prácticamente abandonada, se convertiría en referente de las enseñanzas budistas no solo a nivel gallego o español, sino a escala europea.

Fue el lama Gueshe Tenzing Tamding quien descubrió la energía y el potencial del lugar y decidió que era la ubicación idónea para construir lo que ahora se conoce como Chu Sup Tsang, un monasterio budista en pleno corazón del rural ourensano. Anualmente recibe la visita de decenas de fieles que llegan de diferentes partes del mundo y su día a día se ha integrado perfectamente en la vida del lugar.

Precisamente, desde este fin de semana la actividad se intensifica en el monasterio para que el lunes comience un nuevo curso de verano, como viene siendo habitual desde el 2009. Hace ya ocho años que se celebró el primero y el número de asistentes no ha dejado de crecer.

El día 1 de agosto a las 20:30h Gueshe Tenzing Tamding ofrecerá una conferencia abierta a todo el público en la que expondrá cuál es el camino hacia la armonía. Para alcanzarla, explica el lama para FARO, "es necesario conocer los obstáculos que nos separan de ella y el mayor es la ira". Por eso, en un registro accesible para no iniciados en el budismo, mostrará la senda para alcanzar una mente positiva a partir del amor, la compasión y el respeto. "Dar felicidad a los demás genera felicidad", esa es su máxima.

Dos budistas en el monasterio de Ventoselo. // A. Chao

A partir del martes comienza un curso más en profundidad al que acudirán entorno a 80 o 90 personas de Estados Unidos, Asia y Europa. Durante siete días se sumergirán en meditación y enseñanzas, además de crear un sistema de convivencia en el que todos arriman el hombro para sacar adelante cada jornada en un monasterio en el que, de manera habitual, residen entre tres y cuatro personas.

De funcionaria a monja budista

En uno de los cursos de Ventoselo fue donde Berta, o mejor dicho, Tenzing Ngeyung, nombre que adoptó una vez ordenada monja, descubrió cuál era su verdadero lugar. "A través de las visitas al monasterio vi clarísimo que este era mi sitio", asegura esta ourensana. Fue un día de abril de 2013 cuando acudió por primera vez a Ventoselo y "dos años después estaba ordenada monja".

Antes era funcionaria en excedencia y se encontraba colaborando con una ONG de comercio justo. Llevaba una vida "convencional" pero la transición a su nueva realidad, que implicaba un cambio de costumbres, de rutina y cierta renuncia social, "fue muy natural", descubrió que ese era su sitio, "sentí que había llegado a casa".

¿Cómo reaccionan amigos y familiares cuando una persona cercana le dice que será monja budista? Pues, al principio impacta, y así lo reconoce Tenzing Ngeyung, "pero confíaron en mi, sabían que no se trataba de un impulso, sino de una evolución".

Ahora ella misma contribuye a la difusión de la filosofía budista, en su entorno y mucho más allá. De hecho acaba de regresar a Ventoselo, donde reside, después de tres meses en Menorca. "Existe una idea un poco superficial sobre lo que es el budismo, pero suele ser una idea bastante acertada y positiva", apunta. Quizás la cara más desconocida sea "el gran trabajo con uno mismo que supone identificar tus propios engaños y adentrarte en un sistema filosófico de 3.000 años que desarrolla las herramientas para ello", abunda.

La vida de Ángela también cambió con el budismo. Esta fisioterapeuta valenciana buscaba "un camino espiritual que me hiciese mejor, que me llevase a ser más altruista y ayudar a los demás". Fue el budismo la filosofía que le tocó el corazón, como le ocurrió a Manuel, Tenzing Lobsang, un malagueño que abrazó el budismo hace 15 años y que cambio radicalmente su forma de ser.

Las joyas de Chu Sup Tsang

El monasterio Chu Sup Tsang también se ha convertido en un refugio cultural. En 2014 fue consagrado oficialmente como templo y desde entonces acoge el primer mandala de arena construido en Galicia.

Primer mandala de arena construido en Galicia. // A. Chao

Además, Chu Sup Tsang alberga una una colección de más de 500 libros de valor incalculable sobre diferentes filosofías y religiones, sin duda la biblioteca más rica de Galicia en la materia y una de las más importantes de España. Su próximo objetivo, construir un nuevo edificio en los terrenos del monasterio para una biblioteca abierta al estudio y la investigación.

Pero si existe un verdadero tesoro en este retiro de Ventoselo ese es su estilo de vida basado en las enseñanzas budistas que giran alrededor del amor y la gran compasión.

Desde que se entra en Chu Sup Tsang la hospitalidad y una atmósfera de calma embarga a cualquier visitante. Y no se trata de una frase hecha. Allí se vive de otro modo, con otros tiempos y otras prioridades en las que todo el mundo se debería sumergir al menos durante unas horas. Prueba de ello es la tolerancia y la falta de prejuicios. Para visitar Ventoselo da igual tu religión, o que no practiques ninguna. Encontrarás un lugar en el que reflexionar lejos de distracciones, aprender y ampliar horizontes, una experiencia más que recomendable.