Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ramón Lobo: "Las víctimas te permiten entender mejor el corazón de los conflictos"

"Si los españoles no sabemos aún quiénes somos, cómo vamos a ser un país decente; de esta manera, estamos inermes ante la corrupción y la manipulación"

El periodista y escritor Ramón Lobo. / Juan Plaza

De Ruanda a Kosovo y del Líbano a Chechenia, ha sido notario de las guerras de nuetro tiempo. En su último libro, "Todos náufragos", que presentó en la "Semana Negra", el periodista y escritor Ramón Lobo (1955) relata a corazón abierto un conflicto más personal: con su familia, su país y su tiempo. "Vivimos en un mundo indecente liderado por indecentes", escribe.

-Y anota en la página 44 de ese texto: "Si me preguntas qué estoy escribiendo, respondo:'Un libro contra mi padre'". Suena duro.

-No sabía qué iba a ser este libro y cabía esa posibilidad. Es el libro que, de alguna manera, soñé cuando tenía dieciocho años. Pero me he dado cuenta de que la venganza no tiene sentido. En realidad es un libro para el encuentro: conmigo mismo, con el padre que no tuve y con el hijo que no fui. Es mi segunda transición, porque hice una primera muy dogmática: los republicanos eran todos buenos y los franquistas todos malos.

-¿Toma la figura de su padre como el símbolo del país que a usted le había tocado vivir?

-¿Por qué puede interesar un libro de un tipo que habla de su familia, que es una familia media? He tratado de hacer una vinculación entre mi familia y este país. ¿Por qué una familia en la que mi bisabuelo era brillante, amigo de Azaña, y su hijo igual, se va a hacer puñetas y deriva en otra, con mi padre, sus hermanos y mi tía, que eran fascistas? Y de ahí surge la generación averiada, que es la mía. Quiero enlazar con la España que se perdió. Es lo que no hizo la Transición. Aquí no se ha escuchado a las víctimas ni hay un relato judicial, científico, de lo que pasó. Somos un país averiado.

-¿Por eso escogió el lado de los perdedores?

-Sí. Me ha pasado también como corresponsal de guerra. Las víctimas te permiten siempre entender mucho mejor el corazón de los conflictos.

-Dice que el franquismo sigue incrustado en la sociedad española. Quizás los jóvenes no entiendan muy bien esa opinión sabiendo que el dictador murió hace más de cuarenta años...

-Se ve en nuestra actitud como sociedad. Somos una sociedad individualista, que considera el Estado un problema. Pero creo que no estamos incapacitados para el civismo, lo que ocurre es que debemos crear una conciencia ciudadana. Y la clave es la educación.

-¿Es el gran mal de España?

-Sí, ahí tenemos que conectar con la Institución Libre de Enseñanza. Educamos a los niños con instrumentos de hace ciento cincuenta años para un mundo que no sabemos cómo va a ser.

-¿Esa incrustación franquista de la que habla ha sido el caldo de cultivo de la corrupción?

-El escritor checo Ivan Klima me dijo, en referencia a su país, que cuando uno vive cuarenta años bajo una dictadura hay una especie de pérdida colectiva de la honestidad. Es lo que nos pasa aquí. La educación y la economía de amigos han sido nuestros grandes fallos. Somos un país sin palabras, sin memoria. Hay una estatua en Atocha, dedicada a los abogados laboralistas asesinados, y los jóvenes la llaman la estatua de los borrachos porque están abrazados. Si no sabemos quiénes somos, cómo vamos a ser un país decente. De esa manera, estamos inermes ante la corrupción y la manipulación.

-Aun así, asegura que la Transición fue un logro.

-Sobre todo hasta 1981, porque no se pudo hacer otra cosa. Y quien diga lo contrario es que no vivió aquellos años. Pero después de 1982, del golpe de estado, las cosas se pudieron hacer de otra manera. Hay un montón de historias sin contar. Ahora salen, por ejemplo, los casos de los niños robados.

-Usted se ha sentido muy identificado con el 15-M...

-Es cierto, porque vivo, además, cerca de Sol.

-¿Se tradujo en algo políticamente consistente?

-Creo que no. Creo que después de las anteriores elecciones Podemos debió abstenerse y permitir un gobierno del PSOE y Ciudadanos. Pudo pactar las medidas de regeneración y apuntarse ese tanto. La regeneración tiene que ser transversal. Sería más sostenible.

-Dice en su libro: "A mí también me salvó el periodismo"...

-Sí, como Maruja Torres. Tomé esa decisión con catorce años y me reafirmé cuando vi que le molestaba a mi padre. La influencia mayor fue quizás la de Bernardo de Arrizabalaga, que fue director de "Hermano Lobo". Y quizás mi abuelo luxemburgés, que me guardaba periódicos. El periodismo me ha permitido viajar sin gastos, conocer gente, crecer, aprender, mejorar como persona.

-O sea, está de acuerdo con que es el mejor oficio del mundo, según la repetida frase de García de Márquez y con la que sonreirán muchos periodista jóvenes en paro.

-Hombre, también nosotros lo pasamos jodido. Por mi primer reportaje me pagaron doscientas pesetas y yo era feliz. Ha sido siempre una profesión difícil, selectiva, de supervivientes. Lo fundamental en periodismo es el coraje: luchar durante mucho tiempo por lo que quieres.

-Ha sido un enviado especial muy leído y es un periodista respetado. ¿Es lo que queda?

-Sí. A todos los estudiantes les digo que esto es un maratón. Si te adelanta gente, no te preocupes. Trabajas para los lectores; crees que no te lee nadie, pero resulta que veinte años después vas a dar una charla y alguien te recuerda un reportaje que escribiste.

-¿El periodismo vive su peor momento, según se insiste?

-Se generaliza demasiado. No vive un buen momento aquí, pero hay un gran periodismo emergente en Brasil, en China, en Indonesia... En España es un problema de los periodistas, que hemos renunciado a hacer nuestro trabajo: cuestionar el poder. Se hace una cantidad tremenda de periodismo declarativo.

-Usted aboga por un periodismo paciente y con emoción...

-La paciencia es lo que te produce grandes historias. Y hay que escribir para que la gente se quede atrapada.

-¿Añora los tiempos en que las historias estaban por encima de los gerentes, como cuenta?

-El problema es que los gerentes están ahora de redactores jefes o de subdirectores. Preguntan cuánto cuesta en vez de ver si la historia merece la pena. ¿En cuántos despachos puedes entrar y escuchar con respeto?

-¿Su marcha de "El País" fue dolorosa?

-Sí, aunque tenía asumido que iba a producirse el ERE. Pero tengo un sentimiento de traición por la forma como se hizo. Pasas página y te quedas con lo mejor. No he retirado el saludo a nadie.

Compartir el artículo

stats