Aprender a sentir la música más allá de las partituras, a disfrutar de los instrumentos de cuerda de la forma más lúdica y a amarlos con el corazón y no tanto con la cabeza. Un centenar de chavales se despidieron ayer a bordo de una goleta centenaria de una semana de aprendizaje, emociones y nuevas experiencias vividas en el San Simón Fiddle.

La quinta edición del campamento de violín folk más importante de España -seleccionado por expertos de Estados Unidos entre los diez con una pedagogía musical alternativa más interesante de todo el mundo- interpretó ayer sus últimas notas en un animado concierto en el puerto de San Adrián de Cobres donde acudieron las familias a recoger a los jóvenes músicos que, a pesar del cansancio acumulado durante estos días, dieron lo mejor de sí.

Esta edición estuvo dedicada a China, a su violín tradicional -llamado ERHU- y también a sus costumbres, leyendas, gastronomía y juegos. Para ello, los miembros de la asociación cultural Galicia Fiddle contaron con la colaboración de maestros procedentes de Pekín y con la presencia de dos niñas de 9 años, Nancy y Li Jiaying, que enseñaron a sus compañeros las melodías de su país y aprendieron ellas las gallegas.

"Es una maravilla lo mucho que aprenden los chicos; al principio están un poco asustados porque, aunque estudien en conservatorios, la destreza de tocar de oído, sin partituras, no se enseña allí, pero nosotros consideramos que la transmisión oral es esencial en la vida de cualquier músico", explica Anxo Pintos, uno de los profesores del campamento.

El compositor e intérprete de gaita, zanfona, violín, saxo soprano y flauta de pico en grupos como Berrogüetto, el trío Lizgairo y SondeSeu, destaca el valor de esta experiencia "para que los chavales vean el instrumento de una forma nueva, más lúdica y abierta". El músico asegura que muchos alumnos llegan desanimados por distintas razones con sus instrumentos y "tras estos días lo retoman con una ilusión renovada. Es una gozada ver cómo en su tiempo libre se ponen a tocar de forma espontánea, y eso se contagia", apunta Pintos.

Además de música y cultura china, los participantes aprendieron a respetar el bello entorno de la isla de San Simón y dedicaron una jornada a hacer una batida de recogida de basura y a degustar comida biológica. Y es que, música y naturaleza bailan de la mano en San Simón.