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Independicémonos

El regreso de "Independence Day" veinte años después

Jeff Goldblum y Liam Hemsworth, en una escena de la película.

Todos los que vivimos el estreno de "Independence Day" hace veinte años confiábamos en no volver a pasar por una experiencia semejante. La inteligencia de Emmerich, el carisma de Will Smith y el favor del público convirtieron a la película de 1996 en un exitazo planetario y en el renacimiento de las películas de catástrofes. Mi amigo Jesús Cimadevilla afirma que para que se mantenga la Unidad de España tendría que haber una invasión extraterrestre que nos juntase a todos contra un enemigo común: ahí se nos olvidaría la independencia, los territorialismos o si la ensaimada es mejor que la morcilla de Burgos. Esto, llevado a Norteamérica con mucho presupuesto, era "Independence Day": una serie de explosiones y de bichos feos que enfatizaba la idea de que los yanquis juntos pueden vencer a cualquier cosa, incluido el ataque alienígena más bestia de la Historia. El resultado artístico era otra cosa: un filme pastoso, mal dirigido y que, visto estos días, parece una broma de serie "B". No ha aguantado ni veinte años y ya es casi una parodia de sí mismo.

Con esta segunda parte se apela a la nostalgia de los descerebrados que disfrutaron con la primera y también una modernización para nuevos espectadores que se vuelvan locos con las historias baratas y las explosiones en masa. Tras este tiempo la tierra está recuperándose con rapidez gracias a la tecnología alienígena de los anteriores invasores y se pone en alarma ante la aparición de un objeto extraño en la órbita lunar. Al abatirlo, llegará una segunda oleada de extraterrestres dispuestos a acabar con la vida en nuestro planeta. La propuesta no difiere en exceso del anterior largometraje o de cualquier filme de desastres de Emmerich ("Godzilla"), lo único que los cambia es el avance lógico en la tecnología de efectos digitales.

El resto se resume en cuatro escenas de brutalidad masiva (incluso más bestias que la anterior: aquí se ve a una madre caer al fondo de un rascacielos), un guión tontorrón (atención a la bola blanca del espacio) y esa sensación de que la franquicia ha vuelto para quedarse sin que pasen veinte años entre una y otra. Qué horror.

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