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JAVIER FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

"Divulgar es todo un arte; leer en su día a Carl Sagan me motivó a saber más"

El físico ourensano trabaja desde hace una década en la red de telescopios automáticos que lidera la Universidad Tsing Hua de Taiwán

El astrofísico ourensano Javier Fernández, en los laboratorios de la Tsing Hua University de Taiwán.

Hace algo más de una década que Javier Fernández (Celanova, 1978) dejó a la que él mismo define como su "alma mater", la facultad ourensana de Física, para fichar por el Laboratorio de Astrofísica de la National Tsing Hua University de Taiwán, donde trabaja en la red de telescopios automáticos TAT.

Además del situado junto al laboratorio central, hay otros tres instalados en el Observatorio del Teide del Instituto Astrofísico de Canarias (IAC); en el de Maidanak, en Uzbekistán, y en el chinés de Li-Jiang."Y estamos preparando la instalación del quinto en San Pedro Mártir, en México", revela.

Contar con una red de telescopios permite disponer de información de manera continua pues evita los periodos diurnos: "Y esto mejora la calidad de los datos. Por una parte, quedan menos eventos sin registrar, por ejemplo, los tránsitos de planetas. Y, por otro, la precisión es mayor y se pueden detectar eventos más débiles".

Actualmente, el equipo de investigadores liderado por Dean-Yi Chou en Taiwán y los colaboradores de cada país utilizan la red para el análisis morfológico de las nubes moleculares, extensiones de las galaxias formadas por hidrógeno interestelar y que constituyen la cuna de las estrellas.

"Se trata de un estudio a largo plazo en el que intentamos detectar alguna evolución en la estructura y establecer la escala de tiempo a la que se produce. También estamos analizando datos de estrellas variables en sistemas binarios, esto es, dos estrellas rotando alrededor de un mismo punto, para estudiar el efecto de la gravedad de una en las pulsaciones de su compañera", explica.

Las pulsaciones estelares son las variaciones del brillo que se perciben desde la Tierra y los astrosismólogos las analizan para conocer el interior de las estrellas y mejorar los modelos existentes. Sus esfuerzos requieren de observaciones largas y continuas como las del TAT.

"Es ideal para este tipo de observaciones, además está completamente automatizado y el observador solo tiene que especificar el tiempo y la estrella objetivo para que se realice todo el proceso sin más supervisión. De esta forma, una sola persona puede obtener datos de todos los telescopios de la red con un mínimo esfuerzo", destaca el ourensano.

Stephen Hawking ha declarado en Canarias, adonde llegó la semana pasada, que algunas de sus teorías sobre agujeros negros quizá nunca lleguen a ser demostradas. Pero Javier es más optimista.

"Nunca es un adverbio demasiado fuerte. Seguramente tendremos que esperar mucho tiempo, igual que ha pasado con otras teorías demostradas recientemente como las ondas gravitacionales o el bosón de Higgs. La ciencia sigue avanzando pero hay que darle tiempo. Un ejemplo es el teorema matemático de Fermat que no se demostró hasta 350 años después de haber sido publicado", apunta.

El astrofísico británico, que ha sido nombrado profesor honorario del IAC, repite presencia en el festival canario Starmus de ciencia y divulgación y ha dicho que ésta debe ser una obligación del investigador. Javier está de acuerdo, pero también señala las dificultades para expresar la relevancia y los resultados de ciertos estudios.

"Es un trabajo laborioso y normalmente no motiva tanto como el investigar en sí. En centros importantes como el IAC hay gente contratada específicamente para hacer divulgación", comenta.

Y cuando se trata de trasladar a la sociedad la necesidad de estudiar las estrellas o el origen del universo, el reto todavía resulta mayor. "Es todo un arte. Para que el ciudadano se interese por estos temas hay que trasladarle la pasión por ver esclarecidos los misterios. A mí hay divulgadores que no me dicen nada. En cambio, en su día, leer a Carl Sagan me motivó a saber más. También Brian Green y Hawking. Hay libros que despiertan la curiosidad por la Física a cualquier lector. Pero para ello hay que ser buen escritor además de buen investigador", opina.

En su caso, el interés por el espacio y la tecnología son parte de su ADN por influencia de su padre. "Y también por la cantidad de subcultura sobre ciencia ficción que consumía de pequeño. Y consumo", reconoce.

Javier es el único occidental de su grupo de investigadores y, superado el gran escollo del idioma, con el tiempo ha formado su propia familia junto a su mujer taiwanesa y la hija de ambos, de 10 meses. "Mi nivel de adaptación es tal que hay cosas en España que ahora se me antojan raras, como que los comercios estén cerrados los domingos o se cene tan tarde", admite. También dice admirar muchos aspectos de la vida oriental como su respeto por los mayores y los profesores. "Y algo que me cuesta digerir", añade en contraposición, "es su pasión por el béisbol".

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