A punto de quedarse arrinconada en el laboratorio, Álvaro Goyanes (Monforte de Lemos, 1982) supo sacarle rendimiento a la impresora 3D que había adquirido su jefe de la University College London (UCL). Tanto, que hoy el grupo dispone de más de una docena de equipos y en tres años ha acumulado un avanzado conocimiento en la impresión de fármacos que llama la atención de científicos y compañías de todo el mundo. Para asombro de profanos, no solo son capaces de obtener medicamentos, sino también dispositivos DIU o réplicas de rostros humanos para conseguir máscaras que traten el acné o quemaduras.

"Todavía estamos lejos de que estos productos lleguen al mercado. Por ahora evaluamos materiales y la seguridad de la tecnología. Tampoco existe legislación, pero las aplicaciones podrían ser muy interesantes y el único límite es la imaginación. Las compañías ven que la impresión 3D puede llegar a tener una gran repercusión y no quieren quedarse atrás. Empresas americanas y alemanas nos han pedido que desarrollemos cosas para ellos y un representante de una farmacéutica japonesa se quedará un año en nuestro grupo", revela este doctor en Tecnología Farmacéutica por la Universidad de Santiago.

"La idea es que los hospitales o las farmacias tengan impresoras 3D para obtener dosis ajustadas a cada paciente. Lo que evitaría a las personas mayores, por ejemplo, tener que acordarse de tomar media pastilla o pastilla y media. En el caso de personas polimedicadas, se unirían en un mismo comprimido diferentes fármacos. Y si son incompatibles, se puede hacer que unos se liberen antes que otros", explica.

El grupo también va a empezar a realizar estudios con fármacos anticáncer, ya que las dosis personalizadas contribuirían a reducir los graves efectos secundarios de los tratamientos: "Por ahora se trata de demostrar que todo esto es posible y utilizamos excipientes [las sustancias que acompañan los principios activos] ya aprobados para acelerar el proceso hasta llegar a hacer pruebas en humanos".

En agosto del año pasado, EE UU aprobó el primer medicamento 3D, un fármaco para las crisis de epilepsia. "Pasaron 20 años desde que empezaron las investigaciones. Nosotros utilizamos tecnologías mejores pero el proceso requiere tiempo y dinero. Tenemos objetivos muy ambiciosos pero también somos realistas", añade Álvaro, que compatibilizó el desarrollo de su tesis en Compostela con el trabajo en la farmacia familiar de la localidad luguesa de Currelos. "A mi madre le parece muy interesante, pero no quiere saber nada de impresoras. Está a punto de jubilarse y ya bastante tuvo con la receta electrónica", bromea.

Para conocer las necesidades reales a las que puede dar respuesta la impresión 3D, Goyanes visita a los médicos en los hospitales británicos y este verano aprovechará sus vacaciones en Galicia para ofrecer una charla en el Clínico de Santiago y participar en unas jornadas de Farmacotecnia en Pontevedra. "Todos los que estamos fuera intentamos tirar de nuestra tierra. Me encantaría que surgiese alguna colaboración o proyecto que beneficiase a los pacientes gallegos", señala.

Junto con la impresión 3D, el grupo mantiene su línea de investigación inicial sobre medicamentos que se liberan en el colon tras pasar por el estómago y el intestino delgado, pero sus avances son tan novedosos que el jefe, Abdul Basit, va a crear una start-up con el director del departamento de Farmacia de la UCL. Y Álvaro pasará a formar parte de su plantilla: "Lo que más me gusta es que lo que investigas tenga una utilidad en la vida real y aquí cuando los trabajos implican oportunidades comerciales se convierten en patentes para que los compren las empresas".

Hace tres años que cambió la farmacia familiar por la capital londinense para dedicarse a lo que le de verdad le gustaba en el grupo cuyos artículos leía mientras hacía la tesis. A gusto e integrado en la ciudad, no votó en las recientes elecciones porque se encontraba en Italia pero se alegra de la victoria de Khan, el primer alcalde musulmán: "Aquí todas las culturas conviven y la gente es muy respetuosa, no porque quieran parecer políticamente correctos, sino porque realmente lo sienten".

Pero sobre los resultados del referéndum del Brexit no se atreve a hacer pronósticos: "No veo a la gente preocupada y la sensación es que puede pasar cualquier cosa. Mi compañera de piso es inglesa y no sabe qué va a votar".