Llegaron a vivir en ella hasta 40.000 emigrantes españoles, tuvo una iglesia española y una plaza de toros, y ahora aquella Casablanca que ya no existe es la materia del documental "La fabulosa Casablanca". El estreno de esta cinta dirigida por Manuel Horrillo, realizador nacido y criado en Casablanca, y producida por José Antonio Hergueta estuvo organizado por el Instituto Cervantes en el Cinema Rif, una de las últimas salas antiguas que quedan en la ciudad que hace ochenta años era algo así como el paraíso para los europeos.

La película habla de eso: de cómo en una ciudad creada prácticamente de la nada a principios del siglo XX se convirtió en pocas décadas en el sueño de muchos europeos, que hicieron de ella un lugar dinámico, bullicioso y divertido, donde se daban cita las últimas tendencias arquitectónicas y los ritmos musicales más novedosos.

En aquella ciudad donde se ignoraba olímpicamente a la población musulmana, los españoles eran la segunda clase de los colonos, por detrás de los franceses, y si bien tenían permanentemente presente su condición de "segundones", su vida fue durante décadas mucho más acomodada que la que habían dejado atrás en la península. Eran sastres, mecánicos, peluqueros o tenderos, unos oficios que en España eran de pobres pero en Casablanca les permitían tener servicio doméstico, llevar a sus hijos a "escuelas de blancos" y creerse que hacían una "vida de ricos".