Ya existía un magnífico documental contando esta dramática y valiente historia de una lesbiana con enfermedad terminal que inició una cruzada legal para que su pareja cobrara su pensión. ¿Qué necesidad había de rodarla de nuevo con actores (muy bien Moore y Page, desubicado Shannon y pasadísimo Carell) y apretando las tuercas del melodrama y la denuncia con las peores artimañas del Hollywood más ramplón y oportunista? Freeheld, rodada con la corrección cansina de un telefilme de tercera fila, no tiene el menor recato en exprimir al máximo las bazas más lacrimógenas cerrando el paso a la constante lección de coraje, sensibilidad y lucidez del documental. En fin, salvémosla por sus buenas intenciones.