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Eduardo Mendicutti: "Al final, el humor me ha hecho sobrevivir"

"Es bueno que la literatura participe en el debate público, teniendo claro que no se escribe lo mismo desde una posición de izquierdas que de derechas"

Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948). // M. M

Ernesto Méndez y Eduardo Mendicutti son dos escritores en proceso de jubilación. El primero es una creación literaria del segundo, que sí es real, si los sentidos no engañan. Méndez es el alter ego del recién pensionista Mendicutti en su última novela, "Furias divinas," cargada de humor puro y política indignada.

-Empieza con las pullas a Iglesias desde las citas: "El de Podemos". Ni líder carismático, ni jefe supremo...

-Es una manera de aclarar las cosas. Conozco gente que se siente invadida en sus referentes con la irrupción de alguien que se llama así. Por eso, el de Podemos.

-¿Ha cambiado su opinión sobre Pablo Iglesias después del beso en el Congreso?

-Tengo un problema con Iglesias y Podemos. Hay actitudes del partido y sobre todo de él que veo inquietantes. Una es la superioridad moral con la que se presenta. Otra el adanismo, como si todo lo que hubo hasta ahora hubiera sido una mierda, con perdón. Es injusto. Y lo tercero es la transversalidad, ese afán propio de expresiones populistas de decir cosas que gusten a todo el mundo.

-¿Y el beso?

-Entra en esa retórica un poquito inmadura, que me da alipori. Que fuese entre dos hombres no supone ningún punto a favor.

-¿Sobre el poder transformador de la literatura sí que es escéptico?

-Creo que es bueno que la literatura participe en el debate público, teniendo claro que no se escribe lo mismo desde una posición de izquierdas que de derechas, igual que existe un humor progresista y otro conservador. La influencia puede ser mayor o menor, pero si influye siempre será al final porque esté bien escrita.

-¿Qué es la izquierda de garrafón?

-¡La pregunta del millón! Yo no lo sé [ríe] Pregunte a Ernesto Méndez (el escritor en la novela).

-En España se ha empezado a poner semáforos paritarios, como en su novela. ¿Algo está cambiando o son solo gestos?

-Alguien de derechas dirá que es una chorrada, pero son gestos que indican que hay un afán de tomar conciencia sobre estas cosas, así que me parecen bien, pero el cambio ha de ser más profundo.

-¿Cambiaría el voto por amor?

-¡Ay! [ríe] Alguna vez lo he hecho, pero no era votar lo que no quería votar, sino que por amor conseguía convencerme.

-¿Hay mucha autobiografía en la novela? ¿También intenta una novela desproporcionada?

-La intención era hacer un retrato de la situación política actual de una manera no frontal e incorporar personajes muy míos, como los transformistas, voces que tienen derecho a incorporarse a la opinión general. Empecé la novela por ellas, pero sentí que estaba distanciado y que necesitaba implicarme, como en casi todas mis novelas. Así apareció Ernesto Méndez, en una situación que a mí también me inquieta: se jubila, como yo. Así que hay una especie de pálpito autobiográfico, aunque no creo que haga las cosas que Ernesto Méndez realiza.

-"Si un escritor se enamora de ti nunca morirás". ¿Se pondría la frase en su perfil de Whatsapp?

-Creo que la tengo puesta y es absolutamente bochornoso. Es de un amigo de un amigo, la puse y me da pereza quitarla [ríe].

-¿Hay algo de lo que no se ría?

-Intento que no. Hay cosas muy serias que me afectan mucho, pero al final el humor me ha hecho sobrevivir y, en la escritura, me hizo tirar hacia adelante. Puede ser combativo, cómplice, consolador...

-¿Cuándo publicará "Tatuaje", aquella primera novela maldita?

-Creo que nunca. Quizá cuando me muera, si alguien comete la tropelía de publicar todo lo que haya por ahí. Es una muestra absoluta de novela de juventud, era pura mente vanguardista, con la inmadurez propia de los 23 años.

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