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Un bodrio integral

Gerard Butler.

Objetivo: La Casa Blanca dejaba claras dos cosas: lo mucho que le gusta a Hollywood destruir los símbolos estadounidenses para construir sobre sus runas un mensaje patriotero, racista y ultraviolento, y lo torpes que son los miembros del servicio secreto para prevenir atentados y, una vez cometidos, combatir a los terroristas.

Menos mal que siempre hay un supermán que salva los muebles a tiros y cuchilladas. La película era mala con avaricia pero, al menos, el director Antoine Fuqua mostraba oficio en alguna escena de acción tremebunda.

Objetivo: Londres no se molesta en disimular su condición de secuela cutre y oportunista, empezando por un guión que acumula insensateces, lugares comunes y mensajes que abrazan directamente lo reaccionario.

Al director iraní Babak Najafi (su nacionalidad tiene guasa viendo el racismo que supura la historia) le importa poco que sus personajes sean de cartón piedra, que los diálogos apesten, que los efectos digitales sean de risa, que los actores den pena (incluidos, ay, los venerables como Morgan Freeman, a quien deseamos que disfrute con la pasta ganada haciendo el ganso) y que el desenlace sea una erupción de incongruencias al por mayor.

En su desesperado intento por heredar el trono de Seagal y compañía (el de Bruce Willis le queda grande), Gerard Butler no se corta un pelo en torturar y ejecutas sin cambiar de expresión. En fin: un horror.

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