Noelia Bueno (A Fonsagrada, 1984) vive desde hace dos años en Innsbruck (Austria), en cuya universidad está desarrollando su carrera de investigadora como filósofa y trabaja como profesora ayudante de Ética y Filosofía. Su historia, como la de otros muchos jóvenes en España, cambió con la llegada de la crisis. En ese momento, tuvo que tomar la decisión de dejar a su familia y su país para poder continuar trabajando de lo que define como su pasión: la Filosofía. Y su sacrificio le está dando resultados. Hace un mes recibió el Premio de Habilitación Erika-Cremer por su proyecto para iniciar una investigación sobre cómo el ser humano aborda el sufrimiento recurriendo a la tradición cristiana ascético mística y a la ciencia. Este reconocimiento le permitirá desarrollar su estudio y consolidarse como investigadora.

- ¿Por qué decide abordar el tema del sufrimiento en su investigación?

- Es una cuestión filosófica que se plantea desde siempre. Se trata, junto a la muerte, de preguntas radicales de la filosofía, incómodas a veces, pero que hay que ir al fondo, cuestionar lo que todos nos preguntamos pero a veces no nos atrevemos a plantear. Otra razón importante es que al venir de un país como España donde hay todavía una educación enraizada en la tradición cristiana, me interesa profundizar en cómo el cristianismo moduló la vivencia de la experiencia del sufrimiento a lo largo de la historia y cómo nos influye todavía hoy, seamos o no cristianos.

- Pero su planteamiento es estudiar el sufrimiento desde la perspectiva cristiana ascético-mística y también científica.

- Me parece que los dos elementos culturales que más influyen en la experiencia del sufrimiento actualmente a la hora de afrontar un problema como una enfermedad son la tradición cristiana y la gestión médica del dolor. El sufrimiento no se deja abordar en términos puramente científicos, sino que hace falta ver la dimensión simbólica y cultural. Cuando uno se pone enfermo o tiene un problema muy serio hoy en día, acudimos o bien al médico o a los recursos que la tradición cristiana nos dejó y, a veces, no somos conscientes de ellos pero todavía siguen en nuestro acervo cultural. De ahí la unión de estos dos puntos, son las dos fuentes de recursos clave de gestión del sufrimiento.

- ¿Cómo aborda la investigación desde el punto de vista religioso?

- Me centro en varios autores que crearon trabajos filosóficos de cómo afrontar el sufrimiento desde el punto de vista ascético-místico como Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz o Simone Weil. También hay recogidos en la literatura testimonios más actuales de esta tradición que da recursos para afrontar el dolor y además puede llegar a justificarlo y buscarlo. Le da un significado trascendental al dolor y, en ese sentido, es una gran fuente de consuelo porque enmarca al dolor en una teodicea donde Dios está al final y te va a compensar o sufres por redimir a otros, tus propios fallos y del proceso saldrás purificado.

- ¿Y desde el científico?

- La medicina también es ambivalente. Está diseñada para paliar el dolor y en muchas ocasiones lo consigue. Pero, también provoca sufrimiento. Hay métodos de tratamiento muy agresivos. Un caso muy claro es cuando se consigue prolongar la fase terminal de las enfermedades aún a costa del sufrimiento que supone. Finalmente, la medicina tampoco explica todo sufrimiento ni todo dolor, aunque a veces pensamos que lo puede hacer todo, es casi la nueva religión.

- ¿Qué retos le quedan a la medicina en este campo?

- Ya hubo una revolución a partir de los años 60 cuando se empezó a demandar una medicina más humana, que tuviese en cuenta a la persona en su totalidad, que sigue hasta la actualidad. Pero quedan muchos retos. Tenemos que pensar al ser humano como un todo psicofísico, en el que no se puede separar cuerpo y mente. La medicina tiene que enfrentarse al dolor crónico, el dolor que no tiene correlato físico, porque no hay daño en los tejidos pero la persona lo siente? Y, por supuesto, analizar el efecto placebo, por qué hay medicamentos que funcionan sin serlo.

- Tiene dos años para desarrollar el proyecto, después, ¿piensa en volver a España?

- Tengo intención de volver, porque aquí está mi familia y también por razones profesionales porque, aunque doy clase en alemán e inglés, el español es mi idioma materno y en el que mejor me expreso, algo importante para la filosofía. De todas maneras, las oportunidades me las está dando Austria, si me hubiera quedado en España no estaría trabajando en la universidad casi con seguridad. Las políticas de gestión de la ciencia en los últimos años aquí han sido nefastas y es algo que nos está pasando factura y nos lo va a pasará en ámbitos de desarrollo y educación.

- ¿Cómo ve que la nueva ley de educación no considere obligatoria la filosofía en segundo de Bachillerato?

- Me parece que es una pérdida en calidad de educación. Y no solo con respecto a la reducción en filosofía, sino en música, en artes o historia, disciplinas humanísticas que considero una parte integral de la formación del ser humano.