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Dos de cada tres alimentos exceden la cantidad de "grasa mala" recomendada

Grasas saturadas, un golpe al corazón

Especialistas gallegos en nutrición alertan de los riesgos para la salud de un exceso de ácidos grados saturados y abogan por reducir los productos precocinados y la bollería industrial

FdV

Consumimos demasiadas grasas saturadas, una de las grasas llamadas "malas". Así lo constata la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) tras analizar un total de 69 alimentos, entre los que había bollería, aperitivos, galletas y pan, salsas y platos preparados. Este estudio de la OCU revela que dos de cada tres productos alimenticios contienen un exceso de grasas saturadas. La organización de consumidores advierte también de que los sellos de sociedades científicas en los envases "no son garantía" de una composición nutricional más saludable. En este sentido, explica que algunos de estos sellos "amparan" productos con un 30 % de grasas saturadas o con un contenido en azúcares superior al 20 %. Las grasas saturadas, que se encuentran principalmente en los alimentos de origen animal (excepto el pescado), lácteos y en aceites como los de coco y palma, son las menos indicadas para una correcta salud cardiovascular, ya que su consumo en exceso aumenta el riesgo de producir placa de ateroma, o lo que se conoce como arteriosclerosis, incrementando así el riesgo cardiovascular.

No obstante, la OCU añade que no se trata de desterrar las grasas de la dieta, ya que el cuerpo humano las necesita para absorber las vitaminas A, D, E o K,, por ejemplo, y, además, cumplen "determinadas funciones en los propios alimentos como retener el agua en los mismos o aportar volumen a los productos esponjosos". Es una cuestión de medidas, matiza la organización, un extremo que secundan los especialistas gallegos en nutrición. Las recomendaciones sanitarias en este sentido son que las grasas no excedan el 30 o 35% del valor calórico total de la dieta diaria y de estas, las saturadas no supongan más del 10%.

"No hay alimentos malos, sino malas dietas", asevera la doctora Rosaura Leis, experta en nutrición y hábitos alimenticios, para quien el problema de la alimentación no solo radica en lo que se consume en exceso, sino en lo que se deja de consumir. "Yo no vería la grasa saturada de una forma aislada, sino en conjunto. Hoy consumimos productos muy energéticos y aumentamos las raciones, al tiempo que no gastamos esas calorías. Ese balance positivo a favor de lo que consumimos se deposita en grasa. Es lo que llamamos obesidad, la gran pandemia. También consumimos muchos azúcares simples y por el contrario, muy poca fibra y muy pocos omega 3, que son cardiosaludables", alerta la médica estradense, coordinadora de la Unidad de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS).

Especial celo con las grasas saturadas tienen que tener las personas con hipercolesterolemia, advierte. "Quien tiene el colesterol intenta eliminarlo de la dieta, pero a veces los alimentos sin colesterol pero con mucha grasa saturada, lo que afecta a la aterogénesis incluso más que el propio colesterol", explica la experta, que aboga por volver a la cocina de la abuela. "Nuestra dieta Atlántica es saludable y bioactiva, no solo por sus productos, sino por su preparación culinaria, básicamente a la plancha, cocida y hervida frente a fritura. Y tampoco es cierto que la comida rápida lleve menos tiempo que la tradicional. Unas verduras a la plancha se hacen enseguida", dice.

Amil Viéitez, nutricionista y doctora en Farmacia, se expresa en idénticos términos, y matiza que el exceso de ingesta de grasas saturadas es una tendencia que no solo se da en España, sino en el resto de Europa, más si cabe. "El consumo máximo recomendado de grasa saturada es el 10% de las calorías diarias. En Europa el consumo medio está en el 15% y en España en un 12%. El consumo de grasas poliinsaturadas tampoco es el correcto, no llega al 6% cuando la OMS recomienda entre 6-11%. Por ello es conveniente reducir el consumo de grasas saturadas y aumentar las mono y poliinsaturadas, que son beneficiosas para el corazón", explica.

Los alimentos ricos en grasa saturada son especialmente atractivos al paladar. "La grasa es un vehículo de los sabores y es muy saciante. Además, suelen ser productos también con bastante contenido en azúcar, lo que los hace más adictivos", explica.

Por el contrario, son un enemigo declarado de la salud cardiovascular. "Si se consumen a diario, aumentará el nivel de colesterol y triglicéridos en sangre, lo que puede favorecer la formación de placas de ateroma en las arterias, que aumentan el riesgo de patologías cardiovasculares. También favorecen el sobrepeso y la obesidad, y otras enfermedades relacionadas como hipertensión, trombosis, diabetes, artrosis, apneas del sueño y trastorno del estado de ánimo", detalla. La nutricionista viguesa también alerta sobre las "otras grasas malas", las trans, que se encuentran en los productos procesados y que ya están prohibidas en algunos países, cuyos efectos cardiovasculares son aún peores. "En España el Gobierno no es muy exigente y ha permitido que la industria las siga utilizando en un menor porcentaje, lo que es un grave error en salud pública", sostiene.

José Manuel Miranda, del Laboratorio de Higiene, Inspección y Control de Alimentos de la Facultad de Veterinaria y profesor de Nutrición Comunitaria, asegura que en la composición de los alimentos también manda la demanda. "De poco sirve que las empresas reduzcan la cantidad de estas grasas si luego el consumidor no lo compra porque prefiere otros productos más sabrosos", comenta. Como tampoco sirve de mucho adquirir alimentos bajos en grasas saturadas si después se fríen en un aceite rico en ácidos grasos saturados. "El proceso culinario también modifica el producto", advierte. O sea, comemos como cocinamos.

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