Con "El impostor", una novela sin ficción sobre Enric Marco, el nonagenario barcelonés que se hizo pasar por superviviente de los campos nazis y que fue desenmascarado en 2005, Javier Cercas se ganó al jurado del San Clemente. Años atrás ya lo había logrado con "La velocidad de la luz".

-¿Cómo recibe el reconocimiento?

-No tengo palabras. La adolescencia es una edad interesantísima porque no tienen prejuicios y su opinión es imprevisible, libre, fresca... Que chicos jóvenes como estos entiendan y valoren la literatura es algo formidable. Porque no soy nada apocalíptico, de los que dicen que los jóvenes no leen o que se ha acabado la cultura. La cultura no se acaba, se transforma, como la energía. Se dice que ya no se lee novela porque se lo da internet y la Play. Tonterías, serán malos libros. Los buenos libros no se van a dejar de leer, lo que hay que hacer es dárselos. Y que vean que esto es otra cosa: esto es rock and roll, no un entretenimiento como la Play.

-Destaca que es una novela sin ficción...

-Es una novela sin ficción porque el personaje ya era una ficción por sí misma, una ficción ambulante, y me pareció redundante escribir una ficción sobre otra ficción y decidí convertir el libro en un campo de batalla entre la ficción y la realidad, entre la verdad y la mentira, y al final no hay una solución clara, sino ambigua, contradictoria, esencialmente irónica.

-Decía Machado que "la verdad" existe.

-La verdad existe. El problema son los que creen poseerla. Machado, y cualquier persona con dos dedos de frente, dice que la verdad existe: usted y yo estamos aquí sentados. El lema de la postmodernidad de que no existen hechos sino interpretaciones no es verdad, existen las dos cosas. Existe la verdad, pero atraparla no siempre es fácil y a veces es imposible. Claro que existe la verdad, está fuera, pero quien cree poseerla es un idiota o, peor, un fanático.

-El libro también reflexiona sobre cómo se construye la historia. Como su personaje, ¿no está hecha también la historia de imposturas? ¿No se dice que la escriben los vencedores?

-Claro que la historia está hecha de imposturas y claro que esas imposturas están construidas por quienes vencen e intentan imponer un relato de la realidad, y claro que la historia está hecha así, pero nuestra obligación es desmontar esas imposturas.

-Eso se llama revisionismo...

-Exacto. Tiene mala fama. Una historia que no sea revisionista no es historia, es un apaño, es una falsificación de la historia. La historia tiene que estar siempre revisando el pasado y desmontando... La novela también lo hace. Con otros instrumentos. Pero es cierto que la historia está hecha de imposturas pero es posible desmontarlas, y la literatura es capaz de hacerlo. Es lo que he intentado hacer yo, desmontar... ¿Eso te gana mala fama? Sí. ¿Te gana enemigos? Sí. Porque a la gente no le gusta la verdad. Es quizás una de las cosas fundamentales que dice este libro. A los seres humanos, la verdad cuando se trata de cosas duras, como el franquismo, la guerra, no nos gusta. Construimos historias edulcoradas, digeribles, para ocultar la verdad, que es dura, es compleja, es desagradable, y esto lo hacemos los españoles pero es algo general.

-Considera que el proceso de la memoria histórica se quedó a medias...

-Creo que, no deliberadamente, sino de una manera un poco intuitiva, este libro yo tenía la idea de que abriese un debate sobre esta cuestión que en España es intocable, sagrada. Ha sido inútil. Mi crítica es que la memoria histórica se quedase a medias, pero la reacción del libro fue sin leerlo que yo era un revisionista en el peor sentido de la palabra y a favor de que los muertos siguieran en las tumbas. Pero ese debate se abrirá paso.