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Con la Iglesia hemos topado

Excelente película sobre periodistas con gran reparto, guion ejemplar y dirección impecable

Michael Keaton y Mark Ruffalo, en una secuencia de la película "Spotlight".

Buenos periodistas en acción: gente que aparca su vida privada porque se obsesiona con dar salida a una verdad que alguien muy poderoso (la Iglesia en este caso) intenta tapar. Abusos de sacerdotes a niños. No uno, no dos. Muchísimos. Atrocidades sepultadas durante años que, de pronto, y gracias a la llegada de un nuevo jefe a un periódico que da un puñetazo encima de la mesa y pone al equipo de investigación a rastrear en la ciénaga. Pese a quien pese. Caiga quien caiga. Spotlight no es sólo un espejo en el que todo periodista debería mirarse para saber (o recordar) qué es su profesión y cómo ejercerla. Es, también, una modélica película de investigación (superior a la hoy ajada Todos los hombres del presidente) con un guión preciso y minucioso, sin grasa que estorbe, explicando todo el proceso con claridad pero sin simpleza, soltando aquí y allá pequeños pero elocuentes apuntes sobre la psicología de los personajes que sirven para intuir cómo es su vida privada (o la falta de ella), puesto que sobre ella corremos un necesario velo para centrarnos en lo esencial del relato. Ese texto de diálogos milimétricos, que no se enreda en ocurrencias ni pretende abarcar más de lo que debe, está servido por el director con la imprescindible humildad de quien sabe que la cámara debe ser invisible y que la pantalla qued en planos de un grupo de extraordinarios actores que hacen de la naturalidad una virtud irrenunciable. Spotlight no es maniquea ni sensacionalista, no está protagonizada por héroes (como queda claro en la parte final que recuerda cómo el escándalo podría haber estallado mucho antes de no haberse dejado llevar uno de los periodistas por el veneno de la rutina y / o el desinterés) y la maldad no es monstruosa, es humana: horrendamente humana. No se cargan las tintas en los momentos más duros y por ello resultan mucho más sobrecogedores. De ahí que la interminable lista que informa al final de lugares donde se produjeron abusos, al tiempo que se informa que el gran ocultador de los hechos fue poco menos que ascendido al alejarlo, deje al espectador con la enriquecedora sensación de conocer más y mejor unos hechos brutales, y de haberlo hecho por la vía del buen cine, que, como el buen periodismo, destapa con coraje y profesionalidad las inmundicias del mundo.

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