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En busca del tiempo perdido

(Empezamos con un desahogo indignado: el doblaje, sobre todo en lo que afecta a Michael Caine, es indignante).

Lo malo de rodar una película tan buena como "La gran belleza" es que generas unas expectativas tan grandes que pueden empequeñecer la siguiente obra a golpes de prejuicio. Pero esos riesgos no van con alguien tan seguro de sí mismo como Paolo Sorrentino, cuyos alardes estéticos e intelectuales nunca dan un plato atrás ni para coger impulso.

Y para muestra, un botón: en una de las escenas más rotundas de "La juventud", el director de orquesta interpretado por Caine se sienta en el campo y se pone a dirigir... a unas vacas a partir de la música que surge de sus cencerros. Así contada parece una chorrada pero, vista, es una emocionante manera de describir el presente (y las orillas del pasado) de un personaje que se retira de su profesión para enfrentarse a sus demonios, alimentados de contradicciones, pesares y arrepentimientos.

De acuerdo, "La juventud" no es "La gran belleza", no alcanza sus logros incontestables (aunque también cuestionados por quienes ven en Sorrentino un petulante y superficial creador de juegos artificiales y mucha verborrea vacía) y tiene algunas flaquezas que la hacen más endeble (la subtrama de la hija de Caine tiene escaso interés y el personaje de Harvey Keitel no está desarrollado con la profundidad que merece) pero ojalá hubiera todas las semanas un estreno tan cargado de ideas rompedoras y soluciones originales. Rueda con red, claro: tener a Caine y Keitel al frente del reparto te garantiza que cada una de las escenas en las que aparecen juntos o por separado funcionen, hablando o simplemente callando. El momento en que están dentro de una piscina y aparece desnuda la mujer más bella del mundo (ecos del final de "La gran belleza", recordemos) es antológico, como lo es ese instante sobrecogedor en el que Caine va a visitar a una mujer con la mente devastada, ese cruce de verdades como puñetazos que intercambian Keitel y una Jane Fonda memorable. Sorrentino es, sobre todo, un cineasta de momentos, de imágenes que piden sitio en tu memoria, y por encima de los desequilibrios narrativos o ciertas ocurrencias discutibles, "La juventud" cobija en sus cimientos de "La montaña mágica" sobradas muestras de talento.

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