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Por tierra, mar y aire

Edgar Ramírez.

"Le llaman Bodhi" se convirtió en una de esas películas de acción que, sin ser nada del otro jueves, logró reclutar a legiones de devotos seguidores por la coincidencia de unos actores de efímero carisma (Keanu Reeves y Patrick Swayze), unos entornos naturales propicios para el lucimiento del director de fotografía y, sobre todo, la presencia tras las cámaras de una directora como Kathryn Bigelow, que había enseñado los dientes visuales con Acero azul y la que para muchos sigue siendo su mejor trabajo, Los viajeros de la noche. Lo cierto es que, por encima de un guión manido y roto por muchos sitios, el brío indiscutible de Bigelow en las escenas de acción (alguna aún permanece hoy con el vibor intacto) hacía posible un entretenimiento más que aceptable y a ratos brillante.

De esta adaptación no se puede decir lo mismo. Sin ser totalmente desechable (gracias en parte a la presencia de Edgar Ramírez, atención a este actor porque con Oscar Isaac va a dar mucho que hablar), Point Break quiere darle una vuelta de tuerca demasiado trascendental a la historia del poli con trauma no superado que se infiltra en las filas de un grupo de malhechores con resonancias místicas. Más solemne y sombría que el original, incluso trágica por momentos, con charlas de lo más profundo sobre la Naturaleza, la Vida y la Muerte (así, con máyúsculas para revestir una simple historia policiaca de un barniz de espiritualidad de calendario), Point break se desmadra cada dos por tres en secuencias de acción en todo tipo de paisajes por tierra, mar y aire, mete peleas de boxeo, proezas en moto, lances de surf, escaladas y vuelos suicidas, con una estética de anuncio y unas soluciones imposibles que parecen dignas de James Bond. En fin, estamos en Navidad así que... pongamos que se deja ver.

Revisión de "Le llaman Bodhi" con una sucesión agotadora de secuencias de acción en la Naturaleza.

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