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Las conferencias del Club FARO

Armada: "Mi libro ´El Celta no tiene la culpa´ es un reencuentro tardío con mi padre y con Vigo"

"Al reflexionar sobre mi pasada aversión a Vigo o al Celta me di cuenta de que en verdad me distanciaba infantilmente de lo que representaba mi padre", dice el periodista

El público asistente al acto en el auditorio vigués del Areal. // José Lores

"Los hijos cultivamos un insano narcisismo por el cual exigimos a nuestros padres que sean solo eso y no puedan tener derecho a su propia historia. A veces pienso que es propio de la naturaleza del hijo la intransigencia", decía ayer en el Club FARO el periodista, escritor y director teatral Alfonso Armada, responsable de las páginas culturales de ABC. Su charla "El Celta no tiene la culpa, una historia de odio y amor a Vigo, el equipo celeste y Cholo Armada" tuvo como presentadores a Amaia Mauleón, Manuel Alonso Macías y el hijo de éste, Manuel Jorreto. El mayor muy amigo de su padre, el otro muy amigo suyo en tiempos colegiales.

Un libro suyo de reciente aparición en la editorial Libros del K.O., "El Celta no tiene la culpa", fue el fondo de armario argumental que nutrió esta charla a cuatro voces, con la suya como protagonista. "Es un libro -comentó- que busca explicaciones a un cierto rencor retrospectivo o a una mala interpretación sobre mi pasado. Cuando empecé a escribirlo me di cuenta de cómo había utilizado en mi vida la figura de mi padre, Cholo Armada, como una especie de espejo en el que no quería mirarme, con todo lo que le rodeaba, fuera el Celta o la ciudad de Vigo".

En la "extraña" génesis del libro está la propuesta del editor de que escribiera sobre el Celta en la sección "Holligans ilustrados"" de la editorial. "Más que de mi afiliación al Celta -explicó- aproveché para escarbar en mi memoria y hablar de lo que me distanció del Celta, que tuvo que ver con todo lo que representaba mi padre. Pero ya sabemos que eso de la memoria es algo peculiar, de modo que inventamos cada vez que recordamos, y no sé si algo de eso habrá en estas páginas que, en realidad, intentan ser una reconciliación con mi pasado. Es un reencuentro tardío con él y con la ciudad de Vigo de la que tanto me separé, que infantilmente rechacé en el pasado".

Una relación enfermiza

Dice Armada que en esa reflexión vertida al papel rastrea un punto de fusión retrospectiva radical entre su padre y él que ni siquiera el paso del tiempo ha logrado esclarecer; un camino hacia la disidencia paterno-filial que se volcó también contra todo lo que le rodeaba, fuera la ciudad, su equipo, el colegio en que estudió... "Como en tantas otras cosas -contó- hice lo contrario de lo que mi padre esperaba de mí para no parecerme a él en nada, para llevar una vida completamente distinta. Una relación enfermiza con él, su ciudad que era la mía y el mismo Celta, que se prolongó tanto en el tiempo que cuando quise darme cuenta ya era demasiado tarde para deshacer el entuerto, aclarar los equívocos o ir juntos a Balaídos. Él ya padecía alzheimer y fallecería después".

No podía faltar en esta proyección de su pasado su etapa colegial en el colegio Montecastelo. "Tanto yo como Manolo, que está en la mesa, o Din Matamoro, que está entre el público, pertenecíamos a esos alumnos más sensibles que tuvimos problemas de integración con el resto. Y en el deporte colegial, yo era todo lo contrario de lo que representaba mi padre, cuya casa estaba llena de cientos de trofeos de vela pero que también había sido guardameta del Rápido de Bouzas. Yo cuando me ponía de portero en el fútbol me tapaba la cara para que no me rompieran las gafas. Era demasiado bajo para el baloncesto y demasiado blando para el balonmano. En natación conseguía batir mis marcas... por abajo. Tal vez por eso me dediqué a la lectura y a su principal derivada: la escritura".

¿Y por qué su escasa pasión por el fútbol? Según Armada por lo mucho que le ha costado siempre formar parte de algo más grande que él.. "Alguno podría pensar que se trata de una cuestión de elitismo, de no querer disolverse en un cuerpo mayor, en un club, en un partido, una iglesia, una ideología, incluso en una manifestación. Y lo que es cierto es que no acabo de sentirme a gusto en todo ello. Es como si por sistema tuviera una aversión de origen desconocido pero equivalente a una suerte de cautela contra el fervor de las muchedumbres, como si me negara a participar en el sentir mayoritario, como si la masa, la muchedumbre, me diera miedo".

Armada reconoció que no le gustan los hinchas, los fanáticos, los que dividen el mundo entre ellos y nosotros "como los nacionalistas". "Me espantan los que se enrolan tras una bandera, una nación, un partido. Prefiero ir por libre".

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