A sus 47 años, la viguesa Tania pesa exactamente la mitad que su hija Sonia, de 17. Tania también sufrió desórdenes alimentarios; en concreto fue una víctima más de la anorexia aunque hoy ya solo forma parte de su duro pasado. Pero los atracones que su hija se despacha, fruto de la ansiedad y de un trastorno alimenticio, son ahora su más amargo presente. La menor Sonia apenas mide 1,65 metros y pesa 92 kilos. En solo un año ha ganado casi diez y no hay ropa para ella. Además, su obesidad le acarrea problemas de salud (con la menstruación, colesterol...). "Siempre ha sido de constitución fuerte, pero no me dejaba ver cuando se duchaba... Y descubrí que se pega atracones con comida basura y bollería industrial, que en mi casa nunca ha habido", explica su madre. Para ello, inventaba recados. "Es inviable con todas las verduras que yo le cocinaba, que siguiera ganando peso", relata. "Estoy desmoralizada como madre, porque es muy autosuficiente y dice que saldrá sola, no quiere hacer un registro de lo que come", añade.