Déborah François no era consciente de la bondad que desprende su rostro: "Fue al ver mis películas cuando me di cuenta de esa dulzura, que aparece incluso cuando estoy enfadada. No me lo imaginaba, es algo puramente físico. Pero luego comprobé que puedo darle la vuelta y transformarla en frialdad", confiesa a EFE en París.

Fue ése uno de los motivos por los que la actriz belga eligió el personaje de "La última nota" -que se estrena este fin de semana-: "Había interpretado a una chica muy buena y había llegado la hora de mostrar mi parte oscura", dice refiriéndose a su personaje de la película de Denis Decourt, convertida en un éxito en Francia.

Ella es Mélanie, una niña de 10 años cuyo único sueño es la música; pero durante su examen de ingreso en el Conservatorio, la falta de atención de la presidenta del jurado trunca su sueño y abandona el piano.

Diez años después, esas dos mujeres se reencuentran y Mélanie verá llegado el momento de urdir su venganza, metiéndose en la casa de la afamada pianista -encarnada por Catherine Frot-, ya en horas bajas. Logra ganarse su confianza y así llevar a cabo, con total frialdad, su plan.

"Es la historia de una venganza; pero también habla sobre la lucha de clases y sobre la enigmática relación que establecen esas dos mujeres, llena de sensualidad y cargada de ambigüedad, algo que la hace fascinante", explica François, mientras apunta que su personaje le permitió encarnar a un ser "contenido, que no exterioriza nada y guarda todo para sus adentros".

Déborah nunca tuvo "la ambición" de ser actriz: "Era más un sueño infantil -cuenta-. Estudié arte dramático, pero sólo por gusto... Y, luego, como algo milagroso, llegaron los Dardenne".

Jean Pierre y Luc Dardenne son uno de los más serios valores del cine de hoy; con una obra cruda, próxima al documental, un cinema verité, donde radiografían sin concesiones la sociedad, a través de seres marginales como en "Rosetta" o "El niño", con las que lograron sendas Palmas de Oro en Cannes, en 1999 y 2005.

"Nunca me dijeron porqué me eligieron", confiesa Déborah, quien no había visto nada de su obra: "Tenía 14 años cuando se estrenó ´Rosetta´ y, a esa edad, no tenía ganas de verla", cuenta, para añadir que fueron los Dardenne quienes le enseñaron que era mejor rodar "sin las espectativas e influencias" marcadas por la obra de un cineasta. Por eso afirma: "Prefiero adentrarme en terreno virgen", para añadir que nunca esperó "el fenómeno" que supuso "El niño", algo que cambió su vida.

"Me obligó a crecer más rápido. Ahora vivo a medias entre París y Bélgica", apunta François quien, gracias al filme de los Dardenne y el éxito de "La última nota", está cargada de ofertas. Este año ha rodado ya "dos dramas de autor", y ahora ha cambiado de registro para meterse en una superproducción ambientada en la II Guerra Mundial, junto a Sophie Marceau, Julie Depardieu y Marie Gillain.

"Es una película de acción, y luego voy a rodar una comedia", dice Déborah, quien se ha planteado como objetivo la alternancia de géneros, al ser consciente de que, "para saltar la barrera de los 40 y seguir en el oficio hay que poseer un amplio abanico de registros".

Cuenta lo duro que fue el rodaje de "El niño", ya que los Dardenne explotan, dice, "un ambiente crudo, cargado de tensión. Una especie de violencia retenida y permanente para nutrir la película.

No es algo malo, sino que están muy ensimismados y forman una especie de burbuja", explica Déborah, quien quedó "totalmente sorprendida" al ver la película terminada: "No esperaba -dice- la imagen tan violenta que ofrecía".

Entiende que "el cine puede servir de evasión; pero, ante una realidad tan cruda como la que vivimos, debe que existir un cine que la muestre; ya que, a fuerza de verla en televisión, ya no impresiona. El papel del cine, entonces, es volver a ponerte frente a esa realidad", concluye.