Titulada "No me digas nada", la exposición, que desde hoy y hasta el 8 de octubre podrá verse en el Reina Sofía, viene precedida del éxito que ha cosechado en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, donde este conjunto de "collages", telas, dibujos, instalaciones, fotografías, vídeos e incluso una película que ahora llega a Madrid, fue visitada por unas 40.000 personas.

Aunque la muestra es prácticamente la misma, el montaje es muy diferente al del MACBA y, además, en el Reina Sofía se han incorporado nuevas obras: "Nicasso" (2006), una original instalación que figura entre las preferidas del artista; "Retrato de Carlos Pazos a la manera de los maestros antiguos" (2006), "Tempestad para náufragos III" (1997), o "Milonga" (1980).

Si hoy tanto la directora del Museo, Ana Martínez de Aguilar, como el comisario de la muestra y director del MACBA, Manuel Borja Villel, coincidían en considerar a Pazos "un creador inclasificable", "un personaje literario que le hubiera gustado crear a Proust", "un misterio" y un hombre "lleno de contradicciones", está claro que este recorrido que se propone por los últimos 30 años de su obra no podía ser organizado según los criterios convencionales de cualquier retrospectiva.

"No me digas nada" es otra cosa. Se rehuye de cualquier planteamiento exhaustivo y no se sigue un orden cronológico, porque como le decía hoy Pazos a un grupo de periodistas, su obra "no es evolutiva ni lineal, sino más bien circular". Y el visitante podrá comprobar también la pasión que siente el artista por el coleccionismo, o, mejor dicho, "por la acumulación sin más" de los objetos más dispares.

Como escribe el propio Pazos (Barcelona, 1949) en el catálogo de "No me digas nada", él no es "un artista vocacional, ni dotado". Lo es "por voluntad" y "por decisión". "Infatigable y perseverante en la tarea de intentar entender el mundo", se hizo artista "como coartada, como excusa para superar la timidez, hacer lo incorrecto, decir barbaridades y cometer imprudencias".

Este artista -Premio Nacional de Artes Plásticas- que no va "nunca" a ARCO, se construyó a sí mismo, y lo hizo con sorna, ironía y melancolía, aspectos todos ellos presentes en la exposición del Reina Sofía, que coincide en las fechas con otra visión del arte "muy distinta", la del pintor sevillano Luis Gordillo, según puso de relieve Martínez de Aguilar.

"No me digas nada" responde al modo de concebir la vida de Pazos, y el hilo conductor que recorre las diferentes salas y pasillos de la muestra podría ser "la infancia del artista y el artista como infante", porque, como aseguraba él hoy, "la idea del niño perdido" está presente en su obra. "Mi obsesión es seguir siendo Peter Pan y creo que lo voy consiguiendo".

A más de uno le resultará curioso que el Reina Sofía le dedique una exposición tan importante a Pazos, pero que apenas posea obra del artista barcelonés, salvo algo de obra gráfica.

Pazos aprovechó la ocasión inmejorable que suponía la presentación de "No me digas nada" para decir cuánto le gustaría que esta estancia, "temporal por ahora", en el Museo madrileño "se convirtiera en permanente".

La directora del Reina Sofía recogió el guante y afirmó que este tipo de exposiciones sirven para fomentar la relación entre el artista y el Museo y para estudiar luego qué obras se podrían incorporar, aunque, como sucede siempre, las adquisiciones "dependen de los presupuestos".

Manuel Borja insistió en el carácter "inclasificable" de la obra de Pazos y recordó que se le suele "asociar" con el lado "kistch" del arte, el nuevo realismo, el informalismo conceptual, el pop sucio, el surrealismo, el "collage", y "con la voluntad de introducir elementos de la vida real en sus obras, ante la imposibilidad de representarla".

En esa obra hay también "una estética del silencio", "un deseo de ir siempre más allá". De ahí el juego de máscaras y de alter ego que propone Pazos en la exposición, cuajada "de humor e ironía", pero también de "melancolía y de resistencia interior", añadió Borja.