Simplicidad, poética y sensibilidad. La personalidad de Arik Levy se refleja en sus diseños de lámparas, sillas o mesas sin más intermediarios que sus propias manos. Israelí graduado en Suiza, Levy reside desde hace 14 años en París, donde tiene un fructífero estudio de diseño en el que concibe piezas para las firmas de mobiliario más relevantes como Vitra, Ligne Roset o Baccarat. Sus numerosos premios y exposiciones en grandes museos le han convertido en uno de los diseñadores de moda en Francia. Desde ayer imparte en el Marco de Vigo un taller, organizado junto a la Fundación María Martínez Otero, en el que reflexiona junto a alumnos de toda Galicia y también alguno de fuera, sobre la identidad personal y global en el diseño. Además, esta tarde (20.00 horas) ofrecerá en el museo una conferencia abierta al público, "Home sweet home".

- ¿Cuándo nació su afán por el diseño?

- Desde que tenía cuatro años desmontaba todo en casa; no era consciente de ello, pero empezaba a construir algo. Creo que nadie decide ser diseñador; simplemente ocurre. Puedes aprender a utilizar una serie de herramientas para manejar tu creatividad, pero la pasión no se puede aprender.

- En el mundo del diseño es fácil caer en la espectacularidad y olvidar lo práctico.

- A veces es necesario hacer algo espectacular; otras es mejor ser silencioso. Depende del tipo de producto que diseñas, pero siempre hay que pensar que se crea para alguien.

- Entre sus piezas destacan los muebles de oficina. ¿Se trabaja mejor rodeado de diseño?

- Por supuesto. La belleza también tiene una función. Trabajar en un lugar feo es deprimente y eso afecta a nuestro trabajo. Y sobre todo es importante la luz, como material y como objeto, porque consigue cambiar el aspecto de todo.

- Otra faceta de su trabajo es la de creador de escenografías, para danza y teatro contemporáneo. ¿Cómo lo vive?

- Me interesa muchísimo porque mi trabajo se une aquí a los actores o bailarines, a la luz, el sonido, al público. Una silla o una lámpara no hacen llorar a nadie, pero sí una ópera o un ballet y esa parte emocional me atrae mucho.

- Su otra gran pasión es el surf. ¿Cómo se complementa con el diseño?

- El surf me aporta la libertad, el placer, el riesgo. La luz del sol, la transparencia del agua, la sensación de movimiento de las olas... Todo ello hace que mi trabajo sea así y no de otra manera. Cuando tienes ante ti una gran ola tienes que decidir qué hacer. Ocurre igual en el diseño: tienes que atreverte a hacer algo por primera vez.

- Tiendas como Ikea o Habitat han abierto el diseño a un público mucho mayor. ¿Pierde encanto?

- Me parece fenomenal que todo el mundo pueda tener una pieza de diseño en su casa, aunque sea de plástico. El mundo del diseño era demasiado conservador y elitista, pero estamos en un momento muy interesante.