Dejó el mar de Vigo hace 30 años, pero su aroma sigue siendo una fuente de creatividad para José Manuel Costas. Catedrático de Lengua Española y Literatura, el autor - que ahora reside en Salamanca- acaba de publicar "La piel del agua", una fábula expresionista sobre la renovación de la vida por la que ha recibido el Premio de Novela José de Espronceda.

- "La piel del agua" se sitúa en un momento indeterminado, en un lugar entre la fantasía y la realidad. ¿Con qué objetivo?

- He querido rescatar en el relato muchas de las reflexiones, costumbres, tradiciones y leyendas de los hombres del noroeste para hacerlos inmortales. Pero lo he hecho en un mundo mágico, que raya entre lo mundano y lo supermundano.

- ¿Siente nostalgia por ese ambiente pasado en que se desarrolla la novela?

- Me da pena que muchos jóvenes no conozcan cómo fue la llegada de la luz eléctrica a las casas, cómo era Samil cuando tenía dunas o las formas de vida de los pueblos del noroeste. Actualmente se reivindican más estas cosas, pero de una forma superficial. Los jóvenes tienen que entender que no hay modernidad sin tradición.

- Lo mágico y lo real se diluyen en su historia. ¿Le atrae el realismo mágico?

-No creo en el realismo mágico. Más bien entiendo que García Márquez y yo tenemos la misma abuela. Ahora hay una avalancha de realismo y vulgaridades y a mí me gusta que la realidad pase siempre por el tamiz de la ficción.

- Acaba de jubilarse como profesor de instituto, ¿cree que se trabaja lo suficiente para fomentar la lectura en los jóvenes?

- Los profesores hemos sido demasiado culturalistas y hemos impuesto lecturas muy altas a los alumnos. Creo que a un chaval de 14 años no se le puede obligar a leer "El Quijote" o "La Celestina", porque les desmotivas. Sin embargo, otros docentes han optado por la consigna de que lo importante es que lean, aunque sea "Harry Potter" o un tebeo y tampoco estoy de acuerdo con eso. Tenemos que buscar un término medio para llegar a ellos sin quedarnos en la superficialidad.