Gay Talese no tenía demasiadas ganas de escribir su artículo de 15.000 palabras "Frank Sinatra está resfriado". No sabía, como es obvio, que iba a convertirse en una de las piezas más famosas del periodismo de todos los tiempos y probablemente en la historia más celebrada de la revista Esquire. A Talese, entonces, no le hacía demasiada gracia porque inicialmente iba a ser una entrevista y lo primero que pensó es que a Sinatra no le quedaba ya mucho más por decir.

Harold Hayes, el editor de la publicación, no era una persona que se conformase fácilmente con un simple no. De manera que en noviembre de 1965, Talese voló a Los Ángeles, se registró en el Hotel Beverly Wilshire y contactó con el agente de prensa del "cantante de los ojos azules" para saber cuando podría realizarse la entrevista. No habrá entrevista, le dijeron. Frank Sinatra tenía un resfriado. ¿Un resfriado? ¿Cuál es el inconveniente?, un periodista puede sentarse y esperar un par de días.

El problema, sin embargo, no era el resfriado, sino que el canal CBS_había programado una emisión televisiva sobre las conexiones de Sinatra con el crimen organizado, y el cantante no estaba de humor para hablar con nadie. Talese se dispuso a hacer la maleta, habló con Hayes y éste le dijo que no se moviera del sitio y pensara en cómo pasar el rato haciendo periodismo. De este modo empezó todo. Talese cogió el teléfono, comenzó a hacer llamadas y consiguió que lo que Sinatra no quería decir lo dijeran otros por él, lo observó de cerca y de lejos, espió algunas de sus conversaciones, y del conjunto salió una historia tan brillante como convincente, un estudio magistral de la gloria y la miseria, la generosidad extrema y la maldad arbitraria. Sinatra en su propio jugo, aderezado con unas gotas de salsa Tabasco. El hombre famoso saliendo del armario o de un casino, las dos caras del personaje. El relato empieza así. "Con un vaso de bourbon en una mano y un cigarrillo en la otra, Frank Sinatra estaba de pie en un rincón oscuro de la barra del bar, entre dos atractivas pero ya algo mustias rubias que esperaban sentadas a que él dijera algo".

Una noche Talese estaba en el Daisy, un club privado de Rodeo Drive, cuando Sinatra pasó por delante de él camino de la sala de billar. Lo siguió y fue testigo de cómo se comportaba su círculo más estrecho de colaboradores, del que formaban parte aquellos dispuestos a matar por él, los que le adulaban cuando se hallaba en la cúspide y le insuflaban ánimos en los momentos depresivos. Lo rastreó en una grabación de un programa de televisión, y en un estudio de sonido donde se hallaba filmando una de sus películas.

Cuando se enteró de que Sinatra volaba a Las Vegas, tomó un avión y no le perdió la pista. Se escondía tras las esquinas, ponía la oreja en las conversaciones y se precipitaba en los baños para tomar nota de ellas antes de que se dirpersasen por su memoria. Pagó cenas y bebidas para comprar los testimonios de las personas que se acercaba a Sinatra, los camareros, la señora que se encargaba de cuidarle el tupé, persiguió la luz y veló por que sus sombras se encargasen de iluminar la historia que estaba a punto de contar.

En Nueva York y, a través de su amigo Jilly Rizzo, dueño de un bar que frecuentaba Sinatra y su familia, había tenido por primera vez la oportunidad de ser testigo de la convivencia siciliana entre el cantante y sus estrechos colaboradores, anticipándose a lo que después confirmaría en el Daisy de Rodeo Drive. Se enteró de cosas que les habían pasado a Martin y a Dolly, los padres del cantante, y habló con el hijo de éste, Frank Jr., que ocupaba un discreto lugar en el clan. Con todo ello, y mucho más, fabricó una pieza inusual de relojería de la observación periodística.

Coincidiendio con el centenario del nacimiento del cantante, "Frank Sinatra está resfriado" vuelve a ver la luz gracias a Taschen en una edición de lujo para colecionistas de 5.000 ejemplares con fotos de la época de Phil Stern. Al mismo tiempo, se publica el segundo volumen de la biografía The Chairman, de James Kaplan, que incluye los mejores registros de su vida, la enredada relación que mantuvo con la mafia y los últimos y embrutecidos días. Como recuerda Talese en la dedicatoria, "Sinatra resfriado es como Picasso sin pintura o un Ferrari sin gasolina, pero aún peor".