Tras conseguir alcanzar escalas inimaginables, la nanotecnología se esfuerza ahora en enlazar esos nuevos materiales "como si fuesen piezas de Lego" para conseguir nuevas estructuras con mejores atributos. "El ensamblaje es la llave para lograr mejores propiedades. En pocos años se conseguirán avances espectaculares relacionados con la detección del cáncer, la electrónica o los móviles y que cambiarán nuestra vida a mejor", avanza Noelia Vilar (Viveiro, 1983), investigadora en el Instituto de Química de la Materia Condensada de Burdeos (ICMCB).
Estudió el segundo ciclo de Química en Santiago y le atraía la investigación en medicina hasta que la nanotecnología se cruzó en su camino y fue una de las primeras en recibir una beca del Laboratorio Ibérico Internacional de Braga, que por entonces se encontraba en sus inicios. Se doctoró en Compostela y en 2013 se marchó a Burdeos, donde trabajó durante un año en otro centro del CNRS, equivalente al CSIC español, hasta su incorporación al grupo de nanomateriales del ICMCB en septiembre de 2014.
El grupo de Noelia forma parte de la agrupación estratégica LabEx de Burdeos y, en concreto, del proyecto Amadeus sobre materiales avanzados en cooperación con otros equipos de la ciudad. Algo que echa en falta en España: "Sería genial que se colaborase más en vez de ir por libre. Se avanzaría más rápido".
La luguesa realiza experimentos bioquímicos a través de dos vías: una proteína y un foldámero, que se produce de forma sintética. El objetivo es lograr estructuras con propiedades diferentes a las que tendría cada material por separado. Sus resultados podrían aplicarse para conseguir el ensueño de la invisibilidad, algo que científicos estadounidenses ya han demostrado que es posible, pero también a las nanoantenas de los móviles.
Otra de sus líneas de trabajo está vinculada al campo puntero de los materiales inteligentes que responden a estímulos externos. "Podemos hacerlos reaccionar como queramos. Por ejemplo, para desarrollar un sensor que cambie de color cuando se altera el PH o en presencia de gases e incluso que tenga la capacidad de autodestruirse", comenta.
"La frontera del conocimiento está en el espacio pero también en lo más pequeño. El reto consiste tanto en alejarte de la Tierra como en intentar llegar a lo más minúsculo. Parecía impensable alcanzar el control que hoy tenemos a tan pequeña escala pero ya se están diseñando cápsulas para liberar fármacos dentro del cuerpo", destaca.
Noelia derrocha la curiosidad que debe formar parte del ADN del científico: "Nunca me canso de aprender. Siempre hay muchas cosas por saber. Son tantos campos por explorar en tan poco tiempo que lo malo es que siempre quedará algo por conocer".
Su afán por comprender estos mundos diminutos hace que no tenga prisa por regresar a España. "Aquí me queda un año más y hay grupos muy interesantes en EE UU, Australia y Nueva Zelanda en los que me encantaría seguir formándome. Todavía tengo que andar un poco más para ver cómo se hacen las cosas por el mundo. Pero, por otra parte, soy gallega y mi tierra también me tira mucho. Creo que se trata de otro ciclo y que en unos años nuestro país podrá seguir avanzando en ciencia en donde lo dejó. Quiero pensar que pasará el temporal y podremos volver", confía.
Noelia forma parte de una "pequeña familia" de jóvenes gallegos cuya trayectoria profesional los ha llevado hasta Burdeos. "Estoy como en casa. Ha coincidido que somos un montón y siempre encuentras a alguien para hacer algo después de pasarte 9 horas en el laboratorio. Pero no somos una comuna, también integramos a gente de otras nacionalidades", aclara entre risas. De hecho, todos se esfuerzan en "exportar marca": "Yo hablo mucho de Viveiro. Una vez al año hacemos cocido e invitamos a todo el mundo. ¡Les encanta! Y el licor café y la empanada les chiflan".
